Luis Humberto
Pasado contra presente
¿Se imaginaria usted ir a comprar a la tienda de la esquina un litro de aceite de comer y llevar un envase de vidrio para que se lo despachen? Igualmente le pregunto, ¿se imaginaría usted llevar a la farmacia una botella, igual, de vidrio, para que le despachen un poco de alcohol, crema o brillantina para el cabello? También le preguntaría si ¿se atrevería a salir al mandado con una canasta o bolsa de lona, henequén o yute, para hacer sus compras? No se asuste, tal vez nuestros padres o abuelos si lo hicieron.
Ya picado también me gustaría preguntarle si ¿permitiría usted que le aplicaran una forzosa inyección y que usaran una jeringa de vidrio y aguja no desechables o reutilizables, desinfectadas con una simple ebullición? No se preocupe, nuestros padres y abuelos seguramente lo permitieron. La vida era más simple y con menos riesgos que ahora. En el mercado, por ejemplo, hace muchos años despachaban las semillas como frijol, lentejas, habas, y otras muchas cosas más, envueltas en papel de estraza o periódico. La carne y el pescado, la envolvían primero, en hojas de plátano o papata, para finalmente empaquetarla con papel de estraza. Ni pensar en papel aluminio o bolsas de polietileno, no existían e insisto, la vida era más simple y más segura. No se generaba tanta, tantísima, basura como ahora lo hacemos. Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado, nos han mal acostumbrado, a demasiada comodidad. Mire usted, los principales objetivos de mercadotecnia se manejan así: “Primero se crean necesidades (identificación de mercados) y luego (si son rentables) apresurarse a satisfacerlas”. La mercadotecnia en sí no tiene la culpa, sino la estúpida interpretación y aplicación de sus principios. En contraste, ¿cómo se imaginaría la vida de usted, por ejemplo, sin plástico, sin polietileno, sin unicel (poliestireno expandido), sin papel aluminio; es más, sin celular y, en general, sin una amplia y diversificada variedad de productos derivados del petróleo? Verdad que no se imaginaría la vida sin ellos, sin tanta comodidad. Sería un fastidio, pero también una vida más tranquila y un planeta un poco menos deteriorado y contaminado. Cuando tiramos una servilleta, un envase de Pet, o una simple corcholata en la calle, es casi seguro que pensaríamos que se trata de tan sólo un pequeño objeto, lo malo de eso es que miles de millones de personas pensamos lo mismo. Consumimos a menudo mucho más de lo que necesitamos, sin ponernos a pensar que mucha gente necesita mucho más de lo que su precaria economía les permite consumir; beneficiamos de esta manera, a grandes industriales de diversos productos basura, a gente sin escrúpulos, empecinada en acumular riqueza y poder.
Quizá estos últimos no tengan tanto la culpa por haber encontrado un vasto mercado plagado de ignorancia con un alto nivel de necesidades de elevar su autoestima a través de la compra y uso de una amplia gama de productos y servicios caros y de pésima calidad, de obsolescencia científicamente planificada en búsqueda de su propio beneficio (el de ellos). Sino de nosotros mismos por consumir productos y servicios suntuosos y ostentosos que en algunos cuantos casos no tenemos de otra, pero en la mayoría si tenemos opciones. El pasado fue más simple y lleno de cosas bellas, pero debemos disfrutar también nuestro presente, el aquí y ahora, para vivir un futuro mejor, pero con responsabilidad. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.