Luis Humberto
Cadenas
Anthony De Mello, sacerdote jesuita indio, famoso por sus libros y conferencias de espiritualidad, nos cuenta una fábula que dice así: “Un oso recorría constantemente, arriba y abajo, los seis metros de la jaula. Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula. Y lo estaba, para él”.
Los muros que nos aprisionan en la vida son mentales, no reales. Cuantas manías, cuantas rutinas seguimos por nuestro camino que no nos atrevemos a cambiar, a dejar de seguir; aun al saber y reconocer que nos hacen daño, e incluso que nos lastiman y lastiman a quienes nos rodean, a nuestros semejantes, a los demás. Imponemos a menudo nuestras ideas, nuestro criterio, nuestra autoridad, sin escuchar la opinión de los demás, sólo para disfrutar de rutinas que solo nos favorecen a nosotros mismos. Cuanto nos cuesta permitir a quienes nos rodean, disfrutar de mayor libertad, de mayor autonomía, bienestar y tranquilidad, porque no queremos aunque sea momentáneamente, hacer a un lado nuestra rutinaria manera de vivir. “Y luego... es increíble, tiene uno sus costumbres, la cadena llega a veces a ser necesidad”. Como lo cita magistralmente Paul Geraldy en su poesía “Despedida”. Pero reconocer nuestras costumbres, nuestras rutinas, las que afectan de alguna u otra manera a quienes nos rodean, no beneficia a nadie. Cuando nos cerramos, nos convertimos en ese oso que recorre arriba y abajo los mismos seis metros como si aún estuviera la jaula. Después de reconocer nuestras cadenas, rutinas que nos dañan y dañan a los demás, es necesario eliminarlas. Suena fácil decirlo, lo verdaderamente difícil es lograrlo pero tampoco se me antoja imposible.
Todos tenemos pequeños cotos de poder o autoridad en las relaciones sociales que mantenemos a lo largo de nuestra vida, y si nos empecinamos en imponernos rutinas que involucren parte de nuestro tiempo y dinero, es probable que jamás tengamos ese tiempo y dinero para disfrutar un agradable descanso con la familia. Es probable que jamás tengamos tiempo y dinero para aprovechar aquellas pequeñas cosas que la vida nos brinda a través de especiales detalles. Es probable que dejemos correr aquellas valiosas oportunidades que rara vez se vuelven a presentar en la vida misma. Tratemos de hacerlo, de eliminar las cadenas que nos aprisionan, por el bien de los demás y de nosotros mismos. Creemos equivocadamente que no podríamos vivir sin ellas, cuando la ausencia de ellas mismas nos otorgan mayor tiempo, confianza, y por qué no, dinero también, para alcanzar una mejor manera de ver y vivir la vida al lado de quienes nos rodean. Hagamos un examen de conciencia y valoremos un poco más la vida, destruyendo cadenas, rutinas que muchas de las veces a nada conducen. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.