24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Luis Humberto

 

 

Las cuatro estaciones

 

            “Había un hombre que tenía cuatro hijos. El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el hijo más joven en el otoño. Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y juntos les y pidió que describieran lo que habían visto.

 

            El primer hijo menciono que el árbol era horrible, doblado y retorcido. El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas. El tercer hijo no estuvo de acuerdo; él dijo que estaba cargado de flores, que tenía aroma muy dulce v se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto. El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos; él dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción. Entonces, el hombre les explico a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. Él les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor y que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado”.

 

            Si usted se da por vencido en el invierno, habrá perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. La moraleja que nos deja esta reflexión de autor desconocido es muy simple, no deje que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgue la vida por sólo una estación difícil. Persevere a través de las dificultades y malas rachas, mejores tiempos seguramente vienen por delante. Recuerde que sólo hay que empujar cuando todo marche mal, para que la roca la mueva Dios que es quien nos asiste siempre y en todo momento. No pierda de vista jamás la esperanza. Tampoco juzgue a nadie por su apariencia, preferencias, color de piel, raza, cultura, vestimenta, o ni por lo que los demás opinen; por nada, es una labor que no nos corresponde y el ejercerla es malsano y miserable. Sea generoso con usted mismo y con los demás y esfuércese por ser feliz, por estar bien con Dios, con usted y con todos los que le rodean. Trabaje arduamente para vivir un futuro mejor pero no deje de vivir intensamente su presente. Cuide la compañía de sus seres queridos que también lo aman y si no está con ellos busque su cercanía sin esperar que ellos lo busquen, no anteponga nunca el orgullo ni la soberbia a sus sentimientos verdaderos que se fundan en el amor. Cuide sus amistades, sea feliz, al menos inténtelo, trátelo, procúrelo, no se arrepentirá jamás. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.



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