24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Luis Humberto

 

 

Un fantástico relato para reflexionar

 

            Pedro estaba molesto con el Padre, cansado de ver tanta injusticia allá abajo. Cansado de ver tantas almas que llegaban a cada momento después de que los cuerpos en los que se hallaban habían perecido a causa de guerras injustas, de accidentes provocados por ebrios y drogadictos conductores, por celos, por odio y rencores, y un sin fin de consecuencias más. Un buen día le pidió al Padre: “Arregla1as cosas en la tierra Señor, hay demasiada injusticia, pena, odio, desolación y muerte”. –“Mi querido Pedro, vamos pues a darnos una vuelta abajo para que te tranquilices”, le contestó Dios consciente de la situación en la que se hallaba Pedro.

 

            Así que Dios y San Pedro llegaron a la tierra ataviados como dos indigentes a un poblado en el que imperaba la miseria y el hambre. Las casas estaban muy distantes entre sí. Pedro le señala toda la pobreza que se observaba a su alrededor. Dios no le contestó. Llegaron caminando con dificultad por una escarpada y empedrada vereda hasta una pequeña casa de tarro y láminas de cartón, desde donde humeaba el fogón hecho con leña que bajo su bracero se cocinaba una exquisita cena que olía muy rico, Llamaron a la puerta que parecía estar a punto de derrumbarse. Les abrió un humilde campesino que los invitó a pasar inmediatamente, diciéndoles: –No saben que frio hace ahí afuera, deben venir desde muy lejos cansados y hambrientos, pasen por favor. El campesino les ofreció de cenar y cuando Dios y Pedro le dijeron que tenían que retirarse muy pronto, el campesino no se los permitió. –No es posible que quieran caminar toda la noche para llegar al siguiente poblado, aunque no sé a dónde van, les pido que pasen aquí la noche ya mañana temprano Dios dirá. La esposa del campesino, una señora ya anciana, les preparó unos camastros improvisados con mantas roídas y paja para que descansaran. Al otro día les dio un desayuno y todavía les preparó un lonche por si tenían hambre por el camino. La pareja los despidió amablemente deseándoles que tuvieran buen viaje. Cuando salieron Pedro le dijo al Padre insistiéndole mucho. –Haz que la fortuna les sonría, son buena gente y lo merecen. –Así están bien, pero voy a complacerte, le contestó el Padre cuando se aprestaban a regresar. En esa misma mañana el campesino que había dado albergue, sin saberlo, a tan distinguidos personajes, haciendo sus labores en el campo, al jalar su azadón cerca de un árbol, de repente sintió como su herramienta rebotaba contra él. Había encontrado varios sacos repletos de monedas de oro. Se volvió rico al instante. Al paso del tiempo Pedro le propuso de nuevo al Padre regresar a la tierra y visitar a aquella pareja de campesinos que tan bien los había atendido. Dios, que es omnipresente y que todo lo sabe, accedió de inmediato sabiendo lo que iba a acontecer. Llegaron al mismo lugar al que habían ido anteriormente y encontraron todo muy cambiado. Ahora había una enorme residencia recién construida, el lujo saltaba a la vista por doquier. Preguntaron por el dueño de la casa a unos empleados que se encontraban en el enorme portón que franqueaba la entrada de la casa y les negaron toda información. Les dijeron que el patrón no daba limosnas a menesterosos y que se retiraran inmediatamente. El patrón era aquel humilde campesino que una vez los recibió con tantas atenciones, de eso no cabía duda. Dios y Pedro se retiraron de aquel lugar. Y Dios le dijo a Pedro –Te lo dije Pedro, como anteriormente estaban, estaban bien.

 

            Yo creo que nadie está preparado para disponer inesperadamente de los recursos que les permitan mejorar su precaria existencia, sin experimentar algunos cambios inapropiados en su conducta. No cabe duda que la educación, el estudio, la preparación, inteligencia y actitud, sumadas al tiempo necesario invertido en ellas, son importantes e imprescindibles, hasta para llegar a tener dinero, para saber administrarlo adecuadamente. El dinero no cambia a las personas, cambia nuestra actitud, nuestra manera de pensar y ver las cosas, al tener de repente todo lo necesario para llevar una vida sin carencias. La gente, no dotada de estas virtudes, se vuelve clasista, orgullosa, vacía, trivial, vanidosa, clasifica erróneamente a sus amistades, a la vez que se aleja de las que verdaderamente vale la pena conservar. Existen valores mucho más apremiantes que el dinero, aunque indudablemente todos son importantes en este mundo que desafortunadamente todavía centra más su atención en el refrán popular “Tanto tienes, tanto va1es”. Por desgracia, lo más grave en nuestra sociedad es la decadencia ética en la que hemos caído. No hemos podido salir de la situación de deterioro en que nos encontramos. La fundamentación ética requiere la construcción de un pensamiento crítico. El egoísmo, el individualismo, el materialismo, el desmedido afán de lucro, son los que se han apoderado del pensamiento de los ciudadanos. Hemos perdido el sentido profundo de nuestra cultura, que consiste en un sentido de comunidad que nos hace generosos, solidarios, amables, hospitalarios, respetuosos de la diversidad tan rica que todavía tenemos en nuestro México. El sistema económico imperante ha destruido esa cultura mexicana. Ha imperado la economía sobre la sociedad, el valor de cambio sobre el valor de uso. Las cosas sobre las personas. El mercado se ha convertido en el criterio dominante. De su funcionamiento depende la vida de la sociedad. Los valores están supeditados a él. Por lo tanto el que gana en el mercado es el que maneja a la sociedad. Les repito, “Tanto tienes, tanto vales”. Millones de personas han quedado marginadas en este sistema económico. Las nuevas generaciones padecen la más cruel incertidumbre al quedar sin empleo, o con salarios magros, sin condiciones mínimas para una vida digna. Qué lástima pero esa es nuestra triste realidad actual. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.



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