Luis Humberto.
Atrévase a volar.
“Cuenta la leyenda que el rey de una lejana comarca, un buen día recibió en obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenase. Al cabo de algunos meses, el rey pidió informe al maestro cetrero acerca del entrenamiento de las valiosas aves. El maestro le informó que uno de los halcones respondía perfectamente al entrenamiento, pero que el otro no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día de su llegada.
El rey mando a llamar a curanderos y senadores para que vieran el halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave. Entonces decidió encargar la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. En un acto de desesperación, el rey decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una jugosa recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente frente a las ventanas de su palacio. El rey le dijo a su corte. –traedme al autor de este milagro. Su corte rápidamente le presentó a un campesino. El rey le preguntó: – ¿Tú hiciste volar al halcón?, ¿cómo lo hiciste?, ¿eres mago? Intimidado, el campesino le dijo al rey. –No fue magia ni ciencia mi Señor, sólo corté la rama y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y empezó a volar. Las crónicas narran que desde entonces el halcón voló libre y sin restricción alguna y el rey simplemente disfrutaba de su vuelo”.
Un cuento de dominio popular y autor anónimo, que me enviara hace ya algún tiempo mi buena amiga Elsa Martha López Vergara, y que nos invita a la reflexión acerca de ¿qué estamos haciendo?, ¿a qué fregados estamos aferrados que nos impide volar?, ¿de qué no nos podemos soltar? Generalmente, vivimos dentro de una zona de comodidad, rutinas, costumbres, en las que nos movemos creyendo que es lo único que existe y que muchas veces nosotros mismos creamos. Dentro de esa zona está todo lo que sabemos y todo lo que creemos. Convivimos con nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona de confort reina nuestro pasado y nuestra historia. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr los riesgos que ello implica. No siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. Por qué no dejamos de aferrarnos a nuestra propia rama y correr el riesgo de atrevernos a volar, de volar más alto. Atrevámonos a volar dejemos de una vez de observar el paso de los triunfadores, y convirtámonos en uno más de ellos. Cualesquiera que sean nuestras metas, por difíciles y arduas que sean, atrevámonos a alcanzarlas, haciendo a un lado la costumbre de la comodidad, de la rutina en que nos movemos y salgamos a buscar nuestra realización personal y emocional que nos traerá siempre íntimos beneficios. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.