Luis Humberto
Madurez y cordura
Todos los días, la vida nos enseña innumerables lecciones a través de sucesos cotidianos que acontecen tanto a nosotros mismos, como a nuestro alrededor. Algunos son tan desconsolados y amargos que desgarran el alma y otros son tan venturosos y dulces que nos llenan de placer y alegría. Lo que la vida misma no nos señala es como utilizarlos, ello depende de nuestra madurez para comprenderlos y aprovecharlos en beneficio propio.
Los aciertos o errores que obtenemos van forjando gradualmente nuestro criterio, nuestro juicio y buen entendimiento, y a veces no son suficientes para normar nuestra cordura. Hay veces que las malas rachas parecen venir en cascada, y las buenas también, aunque en éstas siempre sintamos que son demasiado breves, en las malas consideramos exactamente lo contrario. De cualquier manera, la vida misma nos lo muestra, debemos aprender a aprovechar, a sacar ventaja de los infortunios, a considerar los obstáculos como nuevas puertas que se abren aunque de momento no sepamos cómo ni por qué. Continuamente circulan por ahí frases como estas: “Cuando pensamos que Dios nos quita aquello que ya teníamos agarrado, no debemos creer que nos está castigando, sino simplemente abriendo nuestras manos para recibir algo mejor”; o bien, “La voluntad de Dios jamás nos llevará donde su Gracia no nos proteja”. La vida es clara y concisa con los mensajes que nos envía, aunque los ciegos muchas veces somos nosotros. Aprendamos a beneficiarnos justamente en los preciosos momentos que la vida nos regala, después ya nada puede ser igual. Cuidemos los detalles y aprendamos a vivir en paz con nuestros semejantes. Muchos son los pretextos que encontramos para no vivir con recato, con mesura, pero en su mayoría redundan en el exagerado aburrimiento, en el fastidio, provocado aparentemente por innumerables factores sociales existentes, que tal vez no hayamos sabido encaminar amplia y decididamente hacía actividades intelectuales, culturales o deportivas, más adecuadas porque en gran parte no producen los beneficios esperados, debido al incontenible placer que provoca en nosotros mismos la desmesurada ambición por el dinero y el poder que permea nuestra conciencia. Grandes defectos más que cualidades nos conducen a nuestra propia autodestrucción, pese a nuestra mal orientada inteligencia y supremacía que aparentemente nos distingue sobre las demás especies que pueblan la tierra. La naturaleza nos indica paulatinamente a través de constantes “desastres ambientales”, el distorsionado camino que hemos elegido para habitar el planeta, y aun así no paramos en nuestras acciones para destruirlo y destruirnos. Continuamos deforestando bosques y selvas, principalmente para obtener madera y diversos recursos, excavando tierras para extraer minerales, perforando pozos para buscar petróleo, carbón y gas natural; extinguiendo con ello vitales especies animales, generando basura por doquier, haciendo uso indebido del agua y agotando indiscriminadamente en general, nuestros ya escasos recursos naturales sin considerar los abominables e irrazonables efectos que con ello propiciamos.
El ritmo acelerado de vida que hemos adoptado nos está cobrando su elevada factura. La cuenta se ha tornado incosteable tal vez. ¿Hasta dónde vamos a llegar?, ¿hasta dónde queremos llegar? Las respuestas las tenemos todos nosotros. La vida misma está en nuestras propias manos. Necesitamos madurar para comprender y no esperar más en seguir inmediatas acciones que depuren nuestra abrumadora manera de vivir. Parecemos incansables adolescentes, procurando coexistir apresuradamente cada etapa de nuestra, de por sí, desbocada existencia, no queriendo dejar nada para el mañana de futuras generaciones. Vivamos plenamente, sin afectar a nadie ni a nada. Seamos más conscientes de lo poco que es verdaderamente necesario para vivir, y prescindamos más de cosas innecesarias y superfluas que dañan nuestra conducta. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.