Luis Humberto.
Prosperidad negada
No podemos encontrar la prosperidad, el bienestar anhelado, porque muy a menudo hacemos a un lado el aspecto espiritual de nuestra personalidad individual, propio a nuestra naturaleza humana, anteponiendo siempre el aspecto material por sobre todas las cosas. Es cierto que desde tiempos inmemoriales, la totalidad de nuestro mundo se mueve con dinero en la gran mayoría de las actividades de nuestra agitada existencia. Somos la única especie de este planeta que paga “renta”, desde su nacimiento hasta su muerte, por vivir en él.
Con lo anterior, se aplica muy bien el refrán popular que en alguna de las canciones que cantaba Eulalio González “El Piporro”, así hacía gala de referencia: “With the money dancing the dog, and without the money we dance as dogs”; o lo que es lo mismo, “Con dinero baila el perro y sin dinero bailamos como perros”. Esto se los comento debido a que el aspecto espiritual, el capital humano, indudablemente pertenece también a nuestra propia naturaleza, la que nos hace preguntarnos por el sentido mismo de la vida, del universo, qué podemos esperar más allá de la muerte, los valores de excelencia como el amor, la amistad, la caridad, la misericordia, la compasión y la apertura a Dios. Pero debido al predominio imperante del aspecto material que se produce y construye gracias al esfuerzo y al trabajo humano, muchas veces bajo explotación humana y degradación de la naturaleza y el medio ambiente, el aspecto espiritual se encuentra muy débil. La cultura, las artes, la visión del mundo, la cooperación, las realidades pertenecientes al mundo intangible, están en franco descenso, aunque cabe reconocer aquí que el aspecto material al someter al aspecto espiritual y humano, ha hecho también mercancía de los bienes culturales y de las artes, así como de la filosofía y la visión del mundo. Todo, todo lo domina y abarca el aspecto material, acrecentando también la pérdida gradual de los valores morales y espirituales, el sentido común y los valores entendidos, de respeto, honradez y honestidad ante innumerables situaciones cotidianas. Todo amerita transacción económica y demerita la decencia, el decoro, el recato, el pudor, la razón, la equidad y la justicia; la honestidad, la probidad, la rectitud en el proceder y la honradez. Irónicamente les digo: “Casi nada”.
Por todo esto y por mucho más, ya no es sostenible continuar con el propósito central del pensamiento económico industrialista, consumista y capitalista o neoliberal que plantea la pregunta: ¿Cómo ganar más?, y que supone la dominación de la naturaleza en vista del beneficio económico. Ahora, ante la realidad que ha cambiado radicalmente, la pregunta es otra: ¿Cómo producir, viviendo en armonía con la naturaleza, con todos los seres vivos, con los seres humanos y con Dios, el Ser trascendente? Está para pensarse. Qué pena pero es nuestra triste y amarga realidad, la que enfrentamos actualmente. La anhelada prosperidad colectiva, negada por nosotros mismos ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.