Sin tacto
Por Sergio González Levet
El tren xalapeño
Ese gran municipalista que es Rubén Ricaño Escobar exhibe una sesuda serie de razones, fruto del conocimiento y del sentido común, y propone que se haga un libramiento ferroviario en Xalapa, de modo que las actuales vías del tren puedan ser utilizadas, ya como una nueva vialidad o como el conducto por el que pase un moderno metro o un tranvía urbano, con lo que se daría un enorme paso hacia adelante en la solución del problema vial de la capital del estado.
Por ahora —según nos dice el que es uno de los hijos brillantes de la maestra Malú Escobar— las vías del tren son un estorbo y parten la ciudad en dos, complicando aún más el flujo de vehículos y personas. Y va más allá, porque propone que se aprovechen los numerosos espacios verdes aledaños a esas veredas férreas para hacer parques recreativos, y junto con ello convertir la antigua estación del ferrocarril en un espacio cultural.
Y aquí es donde entro yo, porque quiero compartir la experiencia que me tocó al ser testigo del rescate de la estación del ferrocarril y los talleres ferroviarios de Aguascalientes.
Durante casi todo el siglo XX, los talleres aguascalentenses fueron el motor de la ciudad y de aquel estado, debido a los múltiples empleos que generaban, que en un momento de los años 40 y 50 prácticamente se convirtieron en el modus vivendi de toda la población.
Pero cuando vino el declive de los ferrocarriles nacionales, los talleres fueron decreciendo en su actividad, y hacia los años 90 ya eran un enorme elefante blanco, viejo y abatido. Permanecían abandonados y eran un lunar de fealdad y herrumbre en la moderna ciudad en que se había convertido Aguascalientes, gracias a la astucia de dos gobernadores, el profesor J. Refugio Esparza Reyes y Rodolfo El Güero Landeros Gallegos, quienes supieron aprovechar las nuevas circunstancias y lanzaron un proceso de industrialización que regresó el bienestar y el empleo en aquella región de gente buena.
Le tocó al gobernador Otto Granados Roldán, en las postrimerías del siglo pasado, iniciar y adelantar los trámites para el rescate de los terrenos y edificios de los talleres de Aguascalientes, y los dos siguientes gobernadores —panistas ambos— disfrutaron de las mieles y el aplauso al convertirse el lugar en un gran parque que ahora contiene museos, salones y vastas zonas verdes, que representan un verdadero pulmón para esa zona semidesértica.
La vetusta estación de Xalapa sigue esperando desde el olvido y la soledad que alguien se acuerde de ella y que rescate toda su historia, todos sus lugares y todos sus edificios.
Cierto, está alejada del centro, pero eso representa la oportunidad de hacer una instalación cercana a las populosas colonias del oriente de la ciudad, porque los que viven ahí también son xalapeños y son igual de importantes que los de otros lugares que se consideran —muchas veces sin serlo— de postín.
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