Luis Humberto
¿Qué le pediría a Dios?
La vida es un constante acontecer de situaciones con muchas vicisitudes, inconstancias o alternativas de sucesos prósperos y adversos, y si tomáramos cada situación como algo trascendente, aceptaríamos lo que no podemos cambiar, cediendo y adaptándonos a lo que nos toque vivir. Y, a la vez, valoraríamos más las situaciones bellas, placenteras, aunque sean pequeñas y efímeras, y las guardaríamos en un lugar del corazón. Seríamos felices, y la vida no sería sufrimiento, sino plenitud.
Sí me encontrara con Dios y me pidiera que elija una manera de vivir, no sé qué diría. Si me diera un certificado, con la garantía de que mi vida estará siempre llena de situaciones positivas y fructíferas, entonces aceptaría que cosas vivir. Pero también pienso que sí todo fuera como yo quisiera, si obtuviera todo lo que deseara, es probable que tampoco fuera feliz, porque quizá no lo valoraría, simplemente porque no me habría costado trabajo conseguirlo; y lo que sale fácil, sin esfuerzos, a veces no es valorado. Pero tampoco tendría experiencias, porque no cometería errores y entonces aprendería muy poco del arte de vivir. Entonces, ¿qué le pediría yo a Él para poder vivir con toda la extensión de la palabra? Quizá le pediría esa capacidad que no nos enseñan los padres y los maestros en la escuela. Le pediría que me mostrara cada problema como una oportunidad nueva para crecer, aunque crecer duela. Crecer es madurar, aprender, sentir. También le pediría éxito personal. ¿Pero qué es el éxito?, ¿es conseguir lo que uno quiere? ¿O es sentirse reconocido por los demás? ¿Es obtener fama, dinero o que la persona que uno desea nos ame? ¿Qué será el verdadero éxito? No, no le pediría éxito, porque tener éxito depende exclusivamente de mí; un maestro alguna vez me dijo que el éxito es ser feliz con lo que logramos; si no, no es éxito, y lo comparó con un mecanismo: una pieza es la autoestima, otra es lograr una meta, mantener una comunicación con los pares, tener trabajo, no solamente para vivir de él, sino para disfrutarlo. Y sigo, ¿qué le pediría a Dios? Una vida con amor, llena de amor. Sí, creo que eso sería lo fundamental; una vida con amor infinito hacía todo lo que me rodea, aunque suene cursi. Le pediría equilibrio para que el daño de los otros no me llene de resentimientos, para aprender a tomar las cosas con calma, para no enojarme con tanta facilidad como en ocasiones lo hago, para sentir que vivir es un trabajo complicado pero no difícil.
Si yo aprendiera a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza y si nadara a favor de la corriente y no en contra, podría entonces vivir intensamente. Cuántas veces le he pedido a Dios que me concediera tal o cual cosa, y me lo concedió, sin siquiera agradecérselo. Que ingratos somos, y más cuando no entendemos la vida y más ingratos aun cuando no entendemos la muerte. Una manera más de buscar la felicidad es tratar de permanecer en armonía con el Universo, con los demás y consigo mismo. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.