En vísperas de celebrarse el Día de la Libertad de Expresión, vale la pena preguntarse si en México realmente se ejerce este derecho constitucional o es pura simulación.
A diario leemos y escuchamos voces críticas, pero también elogios para el gobernante en turno aunque éste no haga más que pronunciar discursos y anunciar acciones, inversiones y obras existentes sólo en su imaginación.
Políticos y servidores públicos no leen libros ni periódicos a menos que en éstos se publiquen sus fotos y boletines que dibujan un mundo feliz, donde los ciudadanos se sienten agradecidos por favores recibidos de sus infalibles gobernantes.
Apenas ayer, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, reiteró en el programa televisivo de Ciro Gómez Leyva que, tan pronto se apruebe la reforma energética, los precios del gas y la luz bajarán a más tardar dentro de dos años.
Declaraciones como ésta se asemejan a las del amante que, para seducir a la dama, le promete el cielo y las estrellas y ésta finge creerle aunque sepa que su enamorado miente.
Como en furtivo amasiato, políticos y periodistas se utilizan mutuamente, se traicionan, se reconcilian y vuelven a distanciarse en un cuento de nunca acabar.
Algunos periodistas censuran, señalan y denuncian. Otros informan y adulan a los hombres del poder, en una eterna y enorme batahola de valores entendidos y pactos no escritos, mientras los lectores se muestran indiferentes y voltean hacia las redes sociales, que día a día cobran más credibilidad que ciertos medios de comunicación impresos, electrónicos y virtuales.
Este 7 de junio, periodistas y políticos convivirán y brindarán una vez más, tras encuentros y desencuentros, siempre subsanados, y aparentarán llevar la fiesta en paz, por conveniencia de unos y otros.
Saludo y felicito a todos los colegas valientes, inteligentes, cultos y honestos que honran y dan lustre al gremio. Ellos salvan a la profesión y acaso evitarán la extinción de los periódicos impresos, hoy rebasados y a punto de ser relevados por los medios de comunicación en línea, si no se preparan, actualizan y se ubican a la altura de las circunstancias.
Los lectores exigen la verdad y repudian la mentira y el halago exagerado. Periodista mentiroso y manipulador será desechado y olvidado por el público.