Don Manuel nos regaló una delicia que ha perdurado a lo largo de la historia, y ahora debe surgir un moderno Carreño que adecue, actualice, modernice lo que planteó el venezolano hace 150 años.
Así como este ilustre diplomático le echó coco en su época para dilucidar cómo era mejor que un caballero se subiera a su corcel o una dama trepara en un tílburi (que es un “carruaje de dos ruedas y dos asientos que puede llevar capota, aunque lo normal es que no lo haga”, según la chistosa definición que aparece en la Wikipedia), un émulo contemporáneo debería ponerse a pensar ahora y resolver de qué manera nos debemos conducir en la vida con tantos y tan variados aparatos electrónicos, que al parecer nos hacen más fácil y cómoda la existencia.
Pensemos, por ejemplo, lo que podría decir ese modernizado Manual de Carreño Informático respecto al uso del control de la televisión en la recámara: ¿quién lo debe manejar? ¿Dónde debe estar colocado, en medio de la pareja, en el buró de la izquierda o de la derecha, en el piso?
(Habría que tomar en cuenta la recomendación que vale para esposas: ¿Quieres volver loco a tu hombre en la cama? ¡Escóndele el control de la tele!).
Así, habría que preguntarse sobre el volumen que permita la cortesía para los aparatos de sonido, el horario para el uso de electrodomésticos ruidosos y hasta para que la señora o la hija taconeen por la casa.
Aquí, gracias a don Steve Jobs, tendría que redactarse todo un capítulo para normar la manera y los tiempos convenientes socialmente en que se pueda alguien abstraer del mundo y sus semejantes al ponerse unos audífonos para escuchar música en su Ipod o para sumergirse en el mundo inenarrable de las redes a través del Ipad.
Y con los celulares hay una larga lista de visiones y revisiones (gracias T. S. Eliot) que se tendrán que resolver. De momento se me ocurren las siguientes:
1. Dónde poner el celular en la mesa: ¿al lado izquierdo del plato, al derecho, enfrente? Si son dos o más los que porta alguien, ¿sacar sólo uno o poner toda la artillería telefónica en el mantel?
2. Si suena una llamada, contestar o no contestar, he ahí el dilema: ¿dejar que suene estentóreamente, contestarlo de inmediato aunque deje uno con la palabra en la boca al comensal, ponerlo en vibrar, dejar al asistente (si tiene uno) que conteste?
3. Si lo que llega es un pin de BlackBerry o un mensaje de WhatsApp: ¿leerlo o no, escribir una respuesta corta, escribir una respuesta larga, mandar solamente un emoticón, hacer caso omiso?
El nuevo Carreño tendría muchos dilemas, como se ve, y cada uno de ellos tiene alternativas múltiples. Si no se contesta una llamada queda uno bien con quien está presente pero mal con el ausente que se quiere comunicar con nosotros, a veces por un motivo urgente.
Cosas del mundo moderno que nos traen anonadados con sus mudanzas.
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