Sin tacto
Por Sergio González Levet
Medios plantones
Famosas en la cocina nacional son las exquisitas tortas ahogadas de Guadalajara. Lo son tanto que Antonio Nemi estaría dispuesto, si se diera el caso, a romper su truculenta dieta por un día para despacharse cuando menos dos o tres ejemplares de esas delicias.
Están compuestas de una inconcebiblemente rica telera que rellenan con carnitas (¿estilo Michoacán?) y después la sumergen en una salsa de tomate aderezada con orégano. Lo bueno viene entonces, porque le ponen encima una salsa de cacahuate y chile de árbol picosísima.
Las más famosas y mejores son sin duda Las Famosas, que están cerca de la Glorieta de Chapalita en la mera Perla Tapatía. No hay pierde.
Bueno, en cualquiera de los múltiples lugares en donde las venden en Guanatos —como le dicen allá de cariño a su ciudad— la modalidad en que se pueden pedir es “ahogadas” o “medio ahogadas”. Eso quiere decir que en el primer caso le ponen una cantidad considerable de salsa picosa, sólo para valientes que además tengan la lengua y la panza curtidas, y en el segundo caso es para personas normales, que —aunque no tanto— también se van a poner una enchilada de órdago, merecida a cambio del sabor incomparable de las tortas.
¡Ummmm!
Bueno, toda esta perífrasis gastronómica me surge a partir de la peculiar manifestación que hicieron el martes pasado (el mismo histórico día en que Brasil perdió 7-1 contra Alemania, no hay que ser) algunos compañeros indígenas de la sierra de Soteapan. Y digo que fue peculiar porque los indios popolucas inauguraron una nueva forma de manifestar sus inconformidades, a la que le llamaría “medio plantón”.
A ver: ese martes negro brasilero, los 20 o 30 inconformes se plantaron en la calle Enríquez, pero solamente atajaron un carril. Con eso, interrumpieron a la mitad el paso de los vehículos frente al Palacio de Gobierno y provocaron, por tanto, solamente un “medio caos vial” —si se puede decir así— en toda la ciudad (que para el caso es lo mismo, pero ésa es otra historia).
Hay que reconocerle a los soteapenses —o a quienes los traen— su imaginación y su originalidad, porque cuando ya quienes vivimos, gozamos y padecemos esta ciudad estábamos aburridos de tanta manifestación, nos han refrescado el gusto con esa nueva modalidad.
Son cosas de la inventiva mexicana, que nunca cesa.
Hay que reconocer que con esta nueva forma de inconformidad molestan igual, ciertamente, o un poquito menos pero igual molestan, aunque no tanto al gusto y a los sentidos como los 400 calzonudos, ni a la paciencia como algunos que bloquean el paso por quítame estas pajas.
No dejarán de aparecer —más pronto que inmediato— los émulos que quieran hacer después cuartos de plantón o plantones de tres cuartos, pero lo cierto es que la paternidad de la idea, la patente digamos, le pertenece a nuestros indígenas sureños, que por cierto ayer seguían en la Plaza.
Honor a quien honor (?) merece.
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