24 de Noviembre de 2024
 

Concepto de desigualdad en América Latina

 

Por; Paloma Castillo Watson

América Latina, un continente inmerso en altos índices de pobreza, en altos índices de corrupción y de violencia y, asimismo, un alto índice en temas de desigualdad.

Es la injusta repartición del capital, es la injusta concentración del mismo, es el paradigma de unos pocos contra unos muchos, es la injusta visibilización de las masas. América Latina arrastra una histórica y larga línea de continuidad de división social, marcada en la actualidad y remarcada a lo largo de los tiempos. Estamos hablando de una crisis en el colapso de la correcta repartición de los ingresos y de la justa remuneración por el trabajo hecho. Una crisis que a lo largo de los tiempos se ha ido disfrazando con nuevas políticas de protección social, pero la desigualdad sigue y seguirá en constante crecimiento.

Cuando mencionamos el concepto de “desigualdad”, vincularlo simplemente en temas económicos donde sólo lo relacionamos con la injusta repartición de bienes o de capital, nos limitamos a entender la extensa definición del concepto. El concepto de desigualdad es mucho más que una nula repartición del capital, es lo que todo ello representa y todo lo que genera.

Al ver desigualdad, vemos pobreza y vemos discriminación. Vemos el trabajo mal remunerado, vemos el nulo poder adquisitivo que este aporta, vemos la falta de acceso a servicios básicos como de salud y educación, vemos altos índices de analfabetismo, vemos una desesperanza en los índices de vida de la población marginada y vemos una creciente vinculación al mundo de la violencia. No solo lo anterior, al mismo tiempo vemos una fuerte y marcada división social, una división ni nueva, ni reciente, sino una división arrastrada desde hace ya mucho tiempo y acentuada en nuestra actualidad. Vemos una creciente comunidad en pobreza extrema y al mismo tiempo un pequeño conglomerado fortalecido. Vemos la explotación de grandes industrias hacia la fuerza laboral, así como la aplicación del outsourcing como fuerte perpetuador de los derechos del trabajador.

El concepto de desigualdad va mucho más allá de una sola definición, es la unión tanto de elementos económicos, como sociales y de la mano con asuntos políticos. Hablar de temas de desigualdad, sobre todo en América Latina, va mucho más allá de simplemente una sola forma de ver el problema o de entender al mismo, sino de múltiples perspectivas donde se puede encontrar una visión mucho mas extensa del concepto.

El concepto de desigualdad también es una cuestión de discriminación y de división, en las que se invisibilizan ciertos grupos, para distribuirlos en ambientes de opresión y segregación. Se puede percibir que dentro de las zonas más pobres se encuentra una gran variedad de grupos de descendencia indígena, donde el concepto de exclusión se alcanza a percibir en toda la extensión de la palabra y, por ende, pareciera ser la pobreza la única herencia que se les transmite a las futuras generaciones. Como mencione, el concepto de desigualdad abarca varias visiones sociológicas limitando el completo goce del estado de bienestar de las personas. En América Latina, la incapacidad de los gobiernos en turno ha sido simplemente insuficiente en la promoción del estado de bienestar, donde cada vez se ve menos alcanzable y más demandado por sus gobernados.

El actual sistema imperante, que promueve la producción de capital, la promoción del progreso del desarrollo económico, la promoción de dominar y acaparar el mercado, sin dejar a lado, la promoción de la implementación de nuevas formas de inversión y dominio, ha hecho de América Latina, su más antiguo y productivo esclavo. Nos hemos anclados desde hace ya mucho tiempo a la sobreexplotación y a la “normalización” de este. Nos hemos limitado a creer que existen derechos que nos respetan y que promuevan una mejor calidad de vida. Nos hemos limitado a creer que existen políticas públicas diseñadas a disminuir, de manera abrupta, la racha de desigualdad, así como nos hemos limitado a creer que podemos gozar de una buena calidad de vida, con un trabajo estable y bien remunerado, con un seguro social de respaldo, así como la incorporación a servicios de calidad tanto de salud como de educación, en nuestro mismo país. Nos limitamos a creer que podemos gozar de todo lo anterior en nuestro país natal, porque América Latina ha fallado en darle todo eso sin la necesidad de que exista un alto numero de desplazamiento de personas hacia otros países, en busca de una mejor calidad de vida.

La desigualdad en América Latina, es una herencia de nuestros colonizadores hacia nosotros. Es una herencia que venimos arrastrando y que no hemos logrado erradicar. La desigualdad, es lo que nos limita a impartir una autentica democracia, ya que la desigualdad es lo que nos frena a visibilizar a cada uno de nuestros ciudadanos.

Los altos índices de pobreza, generados por esta misma desigualdad, no solo limitan a los países latinos a fungir como un país desarrollado y a construir mejores oportunidades de vida, pero también limitan a los ciudadanos a sentirse parte de los “privilegios” de ser ciudadano de su país natal. Las zonas mas pobres, mas propensas al olvido, más excluidas del goce del estado de bienestar, en estas mismas zonas, existe la mentalidad de una desvinculación o una especia de desapego con su propio país. Los mismos ciudadanos, que son parte de nuestra comunidad latina, sienten que no “pertenecen” o no disfrutan de la correcta definición de “ciudadanía” ya que nunca se les ha impartido de la forma correcta, ni de la forma esperada.

Hoy en día, sobre todo por la presente pandemia, vemos como estos índices de pobreza y de desigualdad, tanto de ingreso, como social, se ve aún más puntualizada. Precisamente hoy, en medio de esta contingencia, empiezan a resaltar dentro del ojo público la incapacidad de los Estados de hacer frente a estos problemas.

De acuerdo con datos de la CEPAL, en 2018 se encontraba un aproximado de 30% de la población de América Latina en condiciones de pobreza, y un 10.7% en pobreza extrema; traducido en cifras a un aproximado de 185 millones de personas en situación de pobreza, y a su vez, un aproximado de 66 millones de personas con ingresos per cápita inferior a la línea de pobreza extrema. (CEPAL, 2019). No bastan los datos para darnos cuenta que, aun en un mundo globalizado, en un mundo lleno de tecnologías, de innovación, de desarrollo económico y de mejores oportunidades laborales, seguimos estando en condiciones de extrema vulnerabilidad y de deterioro al estado de bienestar.



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