Por Claudia Viveros
Se conocieron sin esperarlo un 29 de abril, con una viveza espectacular. Se le clavó en la cabeza su primer imagen y su sonrisa dulce, dulcísima con la que se presentó poniendo la mano en su pecho y diciendo: Yo soy Pablo… con autonomía, determinación y una dosis elevada de ternura y transparencia… y entonces, sin esperarlo, ni temerlo cayó a sus pies. Su voz grave y escandalosa, aunada a sus ojitos chiquititos hicieron desaparecer en ella los pesares y de pronto, solo se pudo preguntar: ¿cuándo lo volveré a ver?
Se había prometido no volver a exponer su corazón ni sus sentimientos. Ya no creía en nadie, y menos en un varón. Con dos divorcios a cuestas que pesan toneladas de miedo y decepción. Ella con 43, levantándose apenitas de un tremendo trancazo. Él con 50. “Gringo”. Quien se lo iba a decir, ella interesada en un “Gringo”, si siempre les había puesto distancia. A veces tan difícil de entender, con su español que es más bueno de lo que él quiere que ella se dé cuenta y su inglés, que a su lado, es inseguro.
Él dice que es “calla-í-to”, pero solo para lo que le conviene, sobre todo, para evitar la pelea, que con gran sabiduría, siempre le detiene con un “stop” y ella, ellaaaa, la que nunca se guarda ni media palabra, la que siempre mata con la lengua, se ha detenido, frenada por su “love you” inmediato, que le hace recordar que no hay que perder el tiempo peleando sin sentido. Que los malos ratos se arreglan con amor y que sí, ese amor, siempre debe ser lo más valioso. Su experiencia le enloquece. Le ha enseñado tantas cosas desde que lo conoció. La más valiosa, que puede volver a sentir y con más fuerza, con más garra, sí, con más inteligencia, con más paciencia pero sobre todo, con pasos firmes, sin arrebatos, sopesando las dudas y volviendo a creer. Le ha confrontado con su alto ego y lo ha puesto en un lugar secundario, haciéndole luchar contra éste y revelando a la mujer simple, la natural, no la de las medallas, diplomas, grados, reverencias, sino la elemental, a la única que Pablo conoce y a la que le dice “bonita” con mirada embelesada, que hace que se derrita y se le olvide hasta el nombre, siendo solo eso, la “bonita”. No la ha tocado físicamente, pero la acaricia todas las mañanas cuando su corazón salta de alegría al escuchar la alarma de su mensaje de buenos días. Cuando sin esperarlo le dice que la piensa, o cuando le llama dos minutos solo para decirle que la quiere.
¿Se enamora uno igual a los 40 que a los 16? ¿Las experiencias previas, nos evitan sentir mariposas en el estómago y dejamos de lado la emoción, para hacer uso solo de la razón? ¿Se puede tener ilusiones a los 50?. No sabe quien esta más enamorado, los dos compiten por tener el primer lugar. De lo que sí esta segura, es que lo está. Y siente un amor lindo, en libertad sin dependencia ni inseguridad. Él le da paz. Sabe quien es, en donde está y lo que tiene para dar. No hay prisas de nada. No hay nada que perder ni demostrar. La vida está hecha. Hay mucho por ganar.
¿Teme que le rompa el corazón? Un poco. La posibilidad latente siempre está. Pero vale la pena, por sobre todas las cosas, por la posibilidad de volver a sentir. Con eso, ya va de gane. Gracias Pablo por aparecer y quedarte. Gracias mi Tennessee Whiskey.