Algunos de los rituales e historias propios de las religiones africanas tienen una marcada presencia en el arte
Agencias
México
Es algo que sucede con todas las religiones: al ser parte importante de la vida social de las comunidades, su estela suele permear todas las actividades de las personas y el arte no escapa de ello.
De la santería, el conjunto de ritos de la religión yoruba reinterpretados en Cuba por la gente que sufrió la esclavitud tras llegar de África, todos sabemos un poco más de lo que creemos.
La música de las sonoras, grandes orquestas musicales que fueron exportadas de Cuba entre los 40 y los 50, la poesía de Nicolás Guillén, uno de los grandes literatos isleños, y decenas de películas, sirvieron como vehículo para que las enseñanzas de los orishas se expandieran por el mundo.
Y es que, sin quererlo, por lo menos alguna vez en tu vida has escuchado el nombre de los siete orishas considerados básicos, el ritmo de sus tambores o has visto bailar sus ritos, pues son parte de la cultura popular.
Ritos musicales
En los ritos de la santería, la música juega un papel fundamental. El sonido de los tambores de cuero, las sonajas y los güiros, se emplea para llamar la atención de los orishas, para pedir su bendición o para comunicarse con los muertos.
Y si en Brasil el candomblé y su ritmo sincopado y alegre es transmitido a la música popular mediante el instrumento llamado berimbau o a través de la samba y la bossa nova, en México los ritmos de la santería nos llegaron con las grandes orquestas caribeñas, con la salsa y la rumba.
De hecho, una de las grandes representantes de estos ritmos, Celia Cruz, decía de sí misma que era una santera más que eficaz. Una de las canciones que muestra con mayor claridad su relación con la religión es Burundanga, donde habla de una de las peores ofensas que se le puede hacer a alguien que profesa este culto: escupirle o “hincharle” los pies.
El Canto a Shangó de Compay Segundo, prácticamente todas las canciones del grupo de rap cubano Orishas, una alta cantidad de cumbias (cuyo nombre viene precisamente de la macumba, un ritmo africano), guarachas y muchas salsas, tienen una base rítmica y algunas letras que las emparentan con los ritos de la religión.
En la literatura
La presencia de los afrodescendientes en la literatura, no solo cubana sino latinoamericana, no se dio sino hasta avanzada la década de los 20 del siglo pasado. Hasta entonces, los ritos y las historias de las tradiciones africanas se habían transmitido de forma oral.
Alejo Carpentier, Emilio Ballagas y Aimé Cesaire fueron tres de los puntales de la llamada poesía negra, que intentaba retomar la forma de hablar y la tradición oral afrocubana para presentarla al mundo.
¡Écue-Yamba-O!, la primera novela de Carpentier, supuso una primera incursión en la vida de los negros cubanos mediante la vida de Menegildo Cué, quien ofrece una panorama,ica a sus costumbres y pensamientos.
Sin embargo, fue Nicolás Guillén quien retrató de manera más fiel los sentires de la santería y la cultura afrocubana en la literatura. Su Songoro Cosongo es considerado un libro básico para quien quiere saber más sobre cómo sonaban dichas comunidades en su época.
La religión en la pantalla grande
Cuba fue una de las últimas posesiones de la ya entonces España en América y consiguió su independencia hasta 1898, por lo que el desarrollo de su identidad cultural también se dio bastante después que en el resto de países de la región.
En un principio, la santería estaba intrínsecamente ligada a las poblaciones afrocubanas, por lo regular de escasos recursos, y a las que se les confería la imagen de brujos o hechiceros, siempre con intenciones turbias.
Tras el triunfo de la revolución, en 1959, las creencias afrocubanas fueron retomadas en la pantalla grande más como una expresión folklórica que como una religión, lo que llevó a la aceptación de ciertas partes de sus ritos, como la música y el baile, y al ocultamiento de la otra parte, los ritos y los sacrificios. Una pelea cubana contra los demonios y La última cena, ambas de Tomás Gutiérrez Alea, son grandes joyas del tema.
Por último, desde la década de los 90, una mayor apertura del régimen cubano permitió también la posibilidad de hablar abiertamente de la religión ha permitido abordar sus ritos, si bien sigue siendo ligada a personas de nivel económico bajo. Los dioses rotos y Siete días en La Habana son buenos ejemplos de este cine.
Nota tomada del Heraldo de México