La tradición de vestir al niño dios
Por César David Español Pasos
Amigos de Enfoque Cultural a unos días de haberse suscitado la afamada fecha del Día de la Candelaria, en este su humilde espacio les recordamos que justamente en esa fecha (2 de febrero) termina el ciclo de la navidad en México y por ello en muchos lugares se acostumbra llevar a cabo el famoso levantamiento del niño Dios y vestirlo con las mejores ropas, en gran parte esto se hace para recordar la presentación de Jesús en el Templo, aquella tradición descrita por la Ley de Moisés en la que se debía presentar al primogénito a los 40 días de nacido.
Curiosamente aunque esta fecha pertenece a una de las conmemoraciones más antiguas de la religión católica, en la que se celebra a la Virgen y su purificación tras haber dado a luz al hijo de Dios (por esa razón el elemento emblemático es la candela bendecida), se considera que la festividad se transformó a inicios del siglo XX y aunque no se sabe cómo o desde cuándo empezó la costumbre de vestir al Niño Dios, lo cierto es que es una herencia de los ropajes que realizaban las monjas en los conventos desde la época virreinal.
Tras el Virreinato, según refieren los Calendarios Galván publicados en el siglo XIX, el 2 de febrero se celebraba la Purificación de Nuestra Señora en casi todas las iglesias y se exponía el Santísimo por tres días “por la indulgencia llamada de Carnaval”. “La virgen santísima, aunque exenta de toda mancha, quiere someterse a la ley de Moisés y se presenta con su hijo en el Templo para ofrecer el sacrificio de la Purificación para pagar el tributo que se exigía a todos los primogénitos”. Además, se decía que las velas benditas eran usadas para la hora de la muerte y se trataba de un día obligatorio para oír misa y no trabajar.
Para esta época se solían llevar semillas a muchas iglesias, principalmente en las de los pueblos, pues había la costumbre de bendecir ese día las semillas que se tendrían que sembrar en el año, las cuales se mezclaban con otras y así todas quedaban consagradas, por lo que se intuía que habría buena cosecha. En el México del siglo XIX la fiesta presentó algunos cambios, ya que además de recordar la Purificación de la Virgen y la bendición de las velas, los padres de familia acercaban a sus hijos pequeños para que el sacerdote los bendijera.
Dichas prácticas continuaron hasta recién iniciado el siglo XX y en algunos hogares se hacía la “Fiesta de los compadres”, una tertulia nocturna para “levantar al niño”, es decir, retirarlo del pesebre navideño por ser el Día de la Candelaria. Esta celebración era efectuada por quienes les tocaba el Niño en la partición de la rosca del Día de Reyes.
El cambio notable en la celebración de la Purificación se gestó probablemente en la segunda década del siglo XX, ya que se ubicó una documentación específica sobre este acontecimiento que data de febrero de 1912, cuando en la iglesia de la Candelaria de los Patos ya se celebraba la ceremonia de levantar y vestir al niño que estuvo reposando desde la víspera de Navidad.
En los años cincuenta la “levantada” de la tradicional fiesta de la Candelaria daba motivo para que en las iglesias se presentaran los devotos con sus Niños Dios, a fin de que recibieran las bendiciones en las ceremonias litúrgicas. En los sesenta se alababa la pulcritud y encanto con que se vestían las imágenes. Hasta esta época se dice que los Niños eran vestidos de raso, túnicas de seda y zapatitos tejidos, pero no se habla mucho de los indumentos de santos, aunque es probable que ya estuvieran presentes en el gusto popular aproximadamente desde mediados del siglo XX.
Es importante mencionar que la confección de trajecitos para el Niño Dios fue una fuente de ingresos para costureras en muchas partes; por ejemplo, en las puertas de muchos locales de modistas se podía ver el letrero: “Se visten Niños Dios”. Ahora bien, existe la posibilidad de que la proliferación de nuevas indumentarias no tradicionales se diera con mayor apogeo con el devenir de las pequeñas fábricas que desplazaron a modistas o hábiles dueñas (os) de las imágenes a partir de 1975, año en que nació el actual emporio Casa Uribe, dedicado a confeccionar vestidos para estas imágenes y que impuso moda en su tiempo.
Estimados lectores como se puede observar, esta festividad ha sufrido cambios con el pasar de los años la Purificación de la Virgen y la bendición de velas se han suplido con la imagen del Niño Dios. A falta de fuentes escritas que determinen el lugar y quién inició con la idea de vestir las pequeñas esculturas, la hipótesis más viable es que todo esto nació como un recurso catequístico o drama litúrgico. Es viable que en el siglo XX en las filas de la Iglesia surgiera la idea de sacar la escultura que se encontraba en el pesebre navideño para realizar la alegoría de la presentación de Jesús en el templo. De esta manera, el anciano Simeón se compara con el sacerdote y los dueños o padrinos de la pieza son el símil de María y José.
Así que ya lo saben cada persona o familia tiene su propia versión para adornar a los niños dios, a lo que se suman las propuestas de revistas que se venden en puestos de periódicos y que incluyen vestirlos con el uniforme de su equipo de futbol preferido.
Sea cual fuere el porqué de vestir y llevar al templo al Niño Dios hogareño, lo cierto es que con este acto se suele dar el compadrazgo y de esta manera la festividad del Día de la Candelaria tiende a originar vínculos de obligación para con el Niño Dios y con la familia a la que pertenece la escultura, la relación entre compadres es una oportunidad para reforzar lazos de vecindad, amistad y familiar, pues se demuestra respeto, por otro lado, gracias a este evento religioso se crean vínculos sociales y comunitarios.
Si desean conocer más de esta bella tradición los invitamos a que lean el artículo "La Candelaria" de la autora Katia Perdigón Castañeda, el cual se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 42 en el que se detalla de manera más específica lo que con todo respeto aquí les explicamos.