Cuando se menciona la palabra seguridad inevitablemente una gran parte de las personas la relaciona de manera inmediata con temas de fuerzas armadas, cuerpos policiacos, ejércitos, combate a la delincuencia y el crimen organizado, el derecho a portar armas, entre otros. Dentro del imaginario colectivo hemos interiorizado una visión muy cerrada de lo que es y lo que implica la seguridad. En contraste, son muy pocas las personas que, al escuchar esa misma palabra, lo primero que se les viene a la mente son temas como la seguridad alimentaria, la seguridad social, la seguridad laboral, la seguridad en términos de salud, entre otras. El uso del lenguaje y los significados que le damos a ciertas palabras llegan a ser un reflejo de quiénes somos y cómo estamos en el mundo. Algunas de las palabras que utilizamos de manera cotidiana, como lo es la palabra seguridad, son tan amplias y complejas que vale la pena darnos el tiempo de repensarlas, analizarlas y buscar ángulos distintos desde los cuales se puede comprender y utilizar.
Estando en un país como México, donde lamentablemente la violencia física, la violencia callejera, la violencia policial, el crimen organizado, entre otros, son fenómenos que están presentes día a día, ya sea porque los vemos plasmados constantemente en los medios de comunicación, o porque directamente los hemos visto o vivido en persona. Con una cotidianidad como esta, no es sorprendente -y es hasta inevitable- que al hablar de seguridad la pensemos como aquella que nos protege de estos tipos de violencia. No obstante, si comenzamos a pensar la seguridad también en términos de salud, empleo, educación, integridad territorial, entre otros, no sólo estamos ampliando lo que entendemos por seguridad, sino también lo que entendemos por violencia.
Hay violencia en no tener acceso a servicios de salud, hay violencia en no tener acceso a los alimentos, hay violencia en no tener una educación completa y de calidad, hay violencia cuando se daña el ambiente a nuestro alrededor, y así podemos seguir. Entonces, ampliando nuestra percepción de la seguridad, ampliamos lo que vemos como violencia, y si sufrimos alguna de estas violencias entonces debemos buscar que se nos brinde seguridad ante estas.
Así como exigimos de manera constante que las autoridades nos brinden seguridad para poder salir tranquilos a las calles, y para saber que otra persona no podrá agredirnos físicamente, también podemos exigir una seguridad que vaya más allá. Exijamos más seguridad en el trabajo, que se generen más leyes que sancionen los abusos laborales. Exijamos más seguridad alimentaria, logremos que no haya personas con hambre y desnutrición, exijamos una mayor protección al medio ambiente y sus ecosistemas. Es evidente que estas exigencias y luchas ya existen y están ahí afuera, no obstante, lo que pedimos y el por qué lo pedimos puede cambiar cuando lo vemos desde otras perspectivas. Cuando pidamos más seguridad, hay que hacerlo desde una perspectiva multisectorial, que abarca todas estas áreas y más, no sólo desde una seguridad que hace referencia a la violencia física.
Un ejemplo exitoso que se presentó en América Latina fue en Brasil. Durante el mandato de Lula da Silva se creó el programa “Hambre Cero”, el cual permitió que millones de brasileños dejaran de pasar hambre, y que incluso en 2015 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconociera a Brasil como un país libre de hambre. Este programa colocó a la seguridad alimentaria como una prioridad, y su adecuado seguimiento permitió que se alcanzaran las metas.
Este caso de éxito resonó en distintas partes del mundo, inclusive la FAO adoptó gran parte del programa para adaptarlo y buscar la manera de aplicarlo en diversas regiones del mundo. No obstante, su éxito se debió también a un adecuado seguimiento del programa por parte del gobierno, ya muchas veces -y es algo común en México- la falta de continuidad de los proyectos por los gobiernos entrantes es lo que impide que generen frutos.
Al repensar la seguridad de manera cotidiana se pueden idear planes y programas que genuinamente se enfoquen en garantizar una vida digna. El ver a la seguridad desde estos distintos frentes es un término conocido como Seguridad Humana, la cual la Asamblea General de Naciones Unidas define como “un enfoque que ayuda a los Estados miembros a determinar y superar las dificultades generalizadas e intersectoriales que afectan a la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de sus ciudadanos”.
Este tipo de definiciones nos permiten darnos cuenta de qué tan complejas pueden llegar a ser las palabras, y también nos permiten repensar qué tipos de seguridad estamos obteniendo y qué otros tipos de seguridad no se están brindando en nuestras comunidades. Hay que replantear cómo vemos y como exigimos que se nos garantice nuestra seguridad, pues si sólo nos enfocamos en una seguridad física, en realidad quedamos completamente desprotegidos.