24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión / Para los hijos / (Primera de dos partes)

 

            Nos quedamos sorprendidos, cuando nos damos cuenta en periódicos o radio, que el sicario no superaba los 18 años. Cuando los cuerpos de los 3 o 4 ejecutados, correspondían a adolescentes de hasta 14 años de edad. Frente a lo anterior, el siquiatra dominicano César Mella, hizo publicar el siguiente trabajo, que creo que a todos los que son padres, o serán abuelos algún día, les debe interesar; el texto que me llegó suscrito por el doctor Mella, y enviado a mi correo por una buena amiga.

 

            “Yo me preguntaría y plantearía la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos? A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para llegar a ella. Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando PlayStation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet. No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar. Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, y también computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso, el más costoso. La Laptop más equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar. Idolatran amigos y a falsos personajes de Realitys de Mtv. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda. Se cierran automáticamente a quienes les hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en Internet! Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan porque eso no les alcanza. Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados. Y cuando les exige lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos le contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes. Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos. Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza. ¿Entonces en qué estamos fallando?

 

            Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios. Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo: ¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé! Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero”. Por hoy, hasta aquí la dejamos. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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