23 de Noviembre de 2024
 

¿por qué los jóvenes no leen? / Por Osbaldo Ramírez Vázquez

 

 

Espero estas líneas puedan responder a la pregunta y petición de una compañera maestra sobre el ¿por qué los jóvenes no leen? Cuando hablo de los libros me gusta siempre esa analogía de que la palabra libre es similar a la palabra libro: solo cambia una vocal, por lo tanto, una sociedad que lee será una sociedad libre. Los libros siempre serán fundamentales para el pensamiento humano porque cuando leemos uno, habla directa y silenciosamente a nosotros, no importa que sea un libro tan antiguo como las Meditaciones de Marco Aurelio, es la emoción de estar conversando con mentes de un pasado muy lejano al nuestro. Cuando visites una biblioteca o librería imagina que son mujeres y hombres gritando que quieren ser escuchados y te darás cuenta de que algunos desde que llegaron ahí ni siquiera han sido abiertos. Hojéalo al menos para ver si por pura casualidad te encuentras unas líneas y te las metes. En nuestros días hablamos de lo importante que son los libros y que es fundamental la difusión de la lectura, pero parece más un discurso de moda que en lugar de despertar ese interés en los jóvenes, rápido pasa al olvido, así como en el discurso del cuidado del medio ambiente. Los libros, a mi juicio, no son para todos, es decir, no todos pueden conseguir ser libres ni estar armados con la verdad. (Juan 8:32)

Actualmente nuestra democracia es audiovisual, la mayoría de la gente se informa escuchando y viendo su celular lo que hace que la opinión pública cambie de un día para el otro. Antes de salir rumbo a su trabajo o a la escuela lo primero que revisa es si lo lleva consigo. Hemos aprendido a depender de ellos en todo momento. La respuesta a la pregunta de ¿por qué los jóvenes no leen? se debe precisamente a un problema social que se anunció en la obra del politólogo Giovanni Sartori “Homo Videns” el famoso vídeo-niño. El vídeo-niño es un telespectador que creció frente a un televisor y para él las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas dichas con palabras. Es posible suponer que en la mayoría de los hogares hay más televisores que libreros y si la mayoría de los jóvenes ha crecido frente al televisor no esta de más concluir que el hombre vídeo-niño se ha convertido en alguien incapaz de comprender abstracciones, conceptos, modificado radicalmente y empobrecido cognoscitivamente. Por eso la palabra escrita ya no es atractiva a la mayoría de los jóvenes como adultos. Están acostumbrados a ver del diario imágenes con palabras que les informan de su realidad. La palabra lectura o libro le parece simple y tediosa. Es interesante ver como los libros sin ser leídos producen miedo como fue el caso de los Nuevos Libros de Texto Gratuito (NLTG), se invitó a muchos padres de familia a que los regresaran, algunos docentes se intimidaron por sus contenidos, pero eso solo nos demostró la ignorancia de mucha gente que se deja llevar por lo que ven en internet o redes sociales. Instagram y TikTok se lleno de muchos videos sobre los NLTG, resulta que todos eran expertos en el tema de sus contenidos. Esto es un ejemplo de que nuestra opinión publica siempre cambia de un día para otro gracias a la democracia audiovisual. La gran mayoría de los hombres y las mujeres, en tiempo normal, pasan a través de la vida sin contemplar ni criticar, en general, sus condiciones propias ni las de los demás.

La cultura del libro es de unos pocos, es elitista, mientras que la cultura audio-vidual es de la mayoría. Aquel que coincida conmigo en que la lectura no es una moda y que los libros enseñan a reconocer lo ignorantes que somos, tiene la obligación de invitar a leer a muchos jóvenes para que puedan conseguir una libertad intelectualmente hablando, pero también enseñarles y decirles que leer porque hay demasiada basura intelectual que no merece ser leída sino denunciarla. Todo lo expuesto anteriormente lo pude haber resumido en una frase de Nietzsche: “El que todo el mundo tenga derecho a aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir, sino hasta el mismo pensar”.



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