¿Recuerdas aquel vídeo que te envié diciendo que te mandaban saludos mis alumnas? Todo comenzó porque me preguntaron por alguien especial en mi vida, no lo dude y dije: "Hay alguien especial en esta ciudad que desde la primera vez que la mire, me gustó mucho". Ya te imaginarás el grito que pegaron haciendo burla de: "El profe anda enamorado". Continué hablando de ti sin decir tu nombre para que no lo compartieran con nadie. Les dije que una mañana del 2 de julio del 2022, estaba en la calle Melchor Ocampo, recargado mirando de un lado para otro el movimiento de autos como de personas hasta que a lo lejos vi venir a la niña más bonita. A pesar de que todavía usábamos cubrebocas sabía que detrás de él se ocultaba algo mejor y no me equivoqué. Lo comprobé cuando nos mirábamos por Instagram, toda la noche platicando para conocernos. Tomando las mejores capturas de tu rostro, para mirarlas mientras iba en el taxi, mientras desayunaba o en un rato de ocio. Las noches siguen muy presentes en mi memoria. Cuando aceptaste salir conmigo y al caminar rumbo al museo de Tlapacoyan, la subida nos agitó que al sudar tuvimos que retirarnos el cubrebocas, pero yo seguía de frente porque era la primera vez que visitaba ese museo y al voltear para ver dónde estabas, fue lo mejor que había visto en ti, una sonrisa que ahora mismo me la imagino, y solo escuché “¿Qué te parece?”, pero yo solo te miraba a ti y me dije a mi mismo: es una belleza. Te confieso que hice trampa al decirte que quería sentir si tus manos estaban frías o si eran muy pequeñas, lo hice porque quería sentirte más en mi ser; la sostuve mientras mirábamos por la ventana y te preguntaba por tu cumpleaños, por cositas que son importantes conocerlas para saber a fondo de que hemos sido hechos.
¿Y por qué eres tan especial para mí? Porque está ciudad me abrió las puertas intelectualmente hablando, pero tú hiciste que me abriera y te dijera de lo que estoy hecho y después tú también lo hiciste. Eres interesante, pero también me gusta mucho tu silencio mientras escuchas todas las historias que suelo contar, me prestas atención y nunca, o que yo recuerde, me has ignorado con tu celular. Incluso en Teziutlán mientras tomábamos nuestro chocolate caliente, me mirabas como suele gustarle a todo hombre que sabe que todo estará bien en ese lugar, en esa persona. Tu eres especial para mí, porque eres tan humilde que si te dijera vamos a caminar, te agarro de la mano mientras miramos a nuestro alrededor y si te quisiera comprar alguna cosita, dirías no gastes, mejor hay que seguir platicando. Eres especial, porque me dejas acariciar tu cabello mientras te escucho, me dejas mirarte sin que me ignores. Recuerdo con mucho cariño la vez que llegaste a verme con un chocolate caliente y un pan, algo por dentro me reventaba de felicidad verte entrar por esa puerta.
Aún conservo unas líneas tuyas que dicen así: "Te quiero mucho, eres muy importante para mí vida y te deseo lo mejor en la tuya". Pero en realidad tú eres lo mejor que me ha pasado. Yo tengo un infierno dentro de mí y un sentimiento pesimista de que la humanidad es un completo desastre con todas sus injusticias, pero cuando pienso en ti, es como si todo cambiará por completo y aparece un silencio con una gran tranquilidad. Ahí estás tú, recostada en mi pecho sabiendo que ninguna sombra aparecerá en nuestro cielo.
Si yo muriera ahora mismo, sería el hombre más feliz e infeliz de todos los mortales. Feliz porque te conocí e infeliz porque somos materia y cuando desaparezcamos nadie nos recordara, pero yo tengo que inmortalizarte con mi pluma, para que cuando escriba sobre ti, lo haga pensando en nosotros. Y si en un futuro alguien se encuentre estas líneas sabrá que la amistas y el amor no fueron asesinados por la tecnología y la fluidez del instante, sino que los hombres de letras sufren y no por eso dejan de tener una musa en especial. Por fin puedo creer lo que tanto han querido decir esos santos como poetas sobre un objeto divino. Tú lo eres y siempre lo serás. Por cierto, debes estar tranquila porque no le conté a detalle a las alumnas sobre ti, sino que concluí con la vez que te hice trampa al regalarte unas flores artificiales con la sentencia de: “si nunca se marchitan, es porque jamás dejaré de pensar en ti”. Te veo pronto niña bonita.