Más allá de las propuestas y discursos preparados, el Debate chilango dejó en evidencia algunas carencias. En primer lugar, la falta de un debate profundo sobre temas como seguridad, desigualdad social y combate a la corrupción, dejando un sabor agridulce.
Anteayer, en el corazón de la Ciudad de México, los tres candidatos a la Jefatura de Gobierno se enfrentaron en lo que ha sido bautizado como “Debate chilango”. Clara Brugada, Santiago Taboada y Salomón Chertorivski se encontraron cara a cara, buscando ganarse el favor de los capitalinos y dejar en claro sus propuestas para dirigir una de las áreas metropolitanas más grandes del mundo. Pero, ¿qué nos dejó este enfrentamiento?
Primero, es importante destacar que este debate no sólo fue una oportunidad para que los candidatos presentaran sus propuestas, sino también para que mostraran su capacidad de liderazgo y su entendimiento de los problemas que enfrenta la Ciudad de México.
Clara Brugada, la candidata de la alianza Seguimos Haciendo Historia (Morena, PT, PVEM), presentó una visión basada en la continuidad de los programas y políticas impulsadas por su partido en la capital, particularmente las de su delegación, Iztapalapa. Destacó los logros de la administración actual y prometió continuar por esa senda, haciendo énfasis en la inversión en programas sociales y la atención a las zonas más marginadas de la ciudad.
Por otro lado, Santiago Taboada, representante de la Alianza por México (PAN, PRI, PRD), apuntó hacia una visión de cambio y renovación. Criticó los problemas de movilidad en la ciudad y prometió, además, políticas para el fomento a la inversión.
Salomón Chertorivski, el candidato de Movimiento Ciudadano, se presentó como una opción de centro, buscando diferenciarse de las posturas polarizadas de sus contendientes. Enfatizó la necesidad de una administración que sea capaz de enfrentar los retos de la ciudad desde una perspectiva pragmática y basada en datos.
Sin embargo, más allá de las propuestas y discursos preparados, el Debate chilango dejó en evidencia algunas carencias. En primer lugar, la falta de un debate profundo sobre temas como seguridad, desigualdad social y combate a la corrupción, dejando un sabor agridulce en cuanto a la profundidad del análisis de los problemas que realmente afectan a los habitantes de la ciudad.
Además, la tendencia de los candidatos a caer en ataques personales y descalificaciones mutuas restó seriedad al evento y desvió la atención de lo verdaderamente importante: las soluciones para los problemas de la Ciudad de México.
En resumen, el Debate chilango nos ofreció una ventana a las visiones y propuestas de los principales candidatos para dirigir la capital del país. Sin embargo, también puso de manifiesto la necesidad de un debate más profundo y respetuoso, centrado en los verdaderos desafíos de la ciudad y en las soluciones concretas que cada candidato puede ofrecer.
Los tres candidatos se veían preparados para el debate y para dejar sus mensajes bien sembrados. Se notó que entrenaron y ensayaron y eso representa una buena noticia para el ejercicio democrático en la capital. Difícilmente este debate habrá movido las agujas de las preferencias electorales. Pero fue el primero de tres. Ya veremos si en los dos que faltan algún obús o algún performance lo logra.