21 de Abril de 2025
 

Carroñero / Por Lic. Osbaldo Ramos Vázquez

 

 

 

Escenario: Una pequeña sala universitaria. Dos sillas frente a frente. A un lado, el doctor Ignacio Ríos, psicólogo conductista con doctorado en neurociencia y décadas de investigación. Frente a él, el señor Juan Carlos, terapeuta holístico autodenominado "psicólogo del alma", sin formación académica formal.

 

Moderador: Bienvenidos al foro “Psicología: ciencia o creencia”. Hoy confrontamos dos posturas: una basada en el rigor científico, y otra que... bueno, también habla de psicología, desde otro ángulo. Doctor Ríos, comience usted.

 

Dr. Ríos: Gracias. Yo defiendo que la psicología debe ser científica o no será nada. Trabajamos con evidencia, con métodos replicables. No es cuestión de “creer”, sino de comprobar. Si alguien dice que puede curar la depresión con imanes, cuarzos o con "pensamientos positivos", le exijo pruebas. Y si no las tiene, lo llamo por su nombre: charlatán.

 

Juan Carlos: Pero, doctor, usted no entiende que no todo lo real se puede medir. Las emociones son energía. Y si el alma está triste, el cuerpo se enferma. Lo he visto en mis pacientes.

 

Dr. Ríos: Lo que usted ha “visto” no es prueba. La anécdota no es evidencia. También hay personas que aseguran haber visto ovnis, y no por eso damos clases de abducciones extraterrestres en la universidad. La ciencia no se rige por fe, sino por datos.

 

Juan Carlos: Pero… no se trata solo de datos. Hay que sentir. ¿Qué hay del amor, del dolor, de la tristeza? ¿Eso lo puede medir usted con su ciencia?

 

Dr. Ríos: Claro que sí. La tristeza, por ejemplo, activa ciertas zonas del cerebro, afecta la producción de neurotransmisores, altera el comportamiento observable. Medimos su duración, su intensidad, su impacto. Y sobre todo: encontramos tratamientos efectivos. Usted solo habla de "vibraciones" y "alineaciones". Palabras bonitas, sí, pero vacías si no las respalda la evidencia.

 

Juan Carlos: (desconcertado): Pero… mire, cada quien sana a su manera. Lo importante es que la gente crea que puede mejorar. Y si uno cree, ya está sanando.

 

Dr. Ríos: Esa es precisamente la trampa de la pseudociencia: apela a la esperanza sin responsabilidad. Si un paciente con ansiedad deja el tratamiento para ir a tomarse un “té energético”, y empeora, ¿quién responde? ¿Usted?

 

Moderador: ¿Está usted sugiriendo que no hay lugar para lo emocional o lo subjetivo?

 

Dr. Ríos: No, al contrario. Lo emocional es el corazón de nuestra disciplina. Pero la diferencia es que la psicología científica busca entenderlo, medirlo y tratarlo eficazmente. La pseudopsicología lo mitifica. No se trata de excluir lo subjetivo, sino de abordarlo con herramientas serias. No con incienso.

 

Juan Carlos: Pero doctor… usted no puede negar que muchas veces los psicólogos formales no ayudan a la gente. Y vienen conmigo y sí sanan. ¿Eso no cuenta?

 

Dr. Ríos: La ciencia no es perfecta, claro. Pero tiene algo que usted no tiene: autocrítica y mejora continua. Un psicólogo ético revisa su práctica, se actualiza, busca lo mejor para el paciente. El charlatán no se actualiza, solo repite. Como un eco de su propia ignorancia. Y sí, luchar contra esa impostura intelectual no es una opción: es un deber ético. Por la salud mental de la gente.

 

Moderador: ¿Palabras finales?

 

Dr. Ríos: La psicología no es magia. Es una ciencia compleja y hermosa, que exige estudio, rigor, ética. No podemos permitir que la verdad sea reemplazada por creencias disfrazadas de sabiduría. El que quiera sanar, que estudie. El que quiera ayudar, que se forme. Lo demás, es espectáculo.

 

Juan Carlos: Bueno… yo solo quiero que la gente se sienta bien. A veces la ciencia también es fría.

 

Dr. Ríos: El bisturí también es frío. Pero salva vidas.



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