Platicando con buenos amigos como siempre, tratando de componer el mundo, les di mi opinión acerca de tantas y tantas carencias que padecemos hoy en día, y de tantas otras cosas que existen actualmente pero que no están puestas a nuestro alcance. A diferencia de muchos años atrás, cuando la gente no podía enterarse puntualmente de ciertos avances médicos o tecnológicos que estaban sucediendo en otros lugares distantes y que podrían beneficiarles; hoy, en plena era de la información, nos podemos enterar prácticamente en el mismo momento en que las cosas suceden, en que los descubrimientos y los avances se divulgan. Sin embargo, sigue siendo lo mismo. En la mayoría de las veces, nunca están al alcance de nuestra mano.
De qué sirve entonces que existan diversas y amplísimas especialidades médicas, o psicólogos terapeutas especializados en áreas diversas de atención; si aquí, donde se necesitan, no los hay. Indudablemente sirve de mucho, donde estén. Al igual me pregunto, de qué sirve que existan también muchos aparatos ortopédicos para distintos órganos o partes del cuerpo si tampoco los tenemos aquí. Y lo que es peor. Si los hay, no están al alcance del presupuesto de mucha gente. Puede haber las cosas pero no el recurso para comprarlas. Puede haber lo que necesitamos en otras partes pero no tenemos el conocimiento de las vías necesarias para llegar a ellos, lo que ocasiona pérdidas de tiempo, dinero (que en la mayoría de las veces no se tiene) y esfuerzo para encontrarlo. A veces el esfuerzo y el tiempo son lo de menos pero la lana no, – les dije. Los programas sociales, médicos y asistenciales son muy limitados y escasos. Las medicinas aún en las famosas farmacias de similares, tienen precios inalcanzables para mucha gente. El sector salud se estanca en un cuadro básico muy limitado de medicamentos que obliga a los pacientes a pagar o a comprar la medicina que no tiene dicho sector. Qué curioso, los médicos le dicen al paciente que necesita tales o cuales medicinas, pero no están en el cuadro básico por lo que tiene que comprarlas. De qué sirve tanta tecnología y tantas áreas especializadas del conocimiento en diferentes disciplinas si no pueden llegar a la gente que verdaderamente las necesita. Existe mucha crítica al respecto. Por otra parte, muchas estrategias comerciales están maleadas desde un principio y basadas en el concurrente consumismo de moda. Parece que todos los sectores industriales y comerciales se han puesto de acuerdo, produciendo bienes distintos que utilizan piezas de muy mala calidad, planeando la obsolescencia a corto plazo y propiciando así la pronta reposición en los consumidores. La corrupción lo ha permitido. Los estándares de calidad de una amplia gama de productos que no cumplen con las condiciones y lineamientos especificados por las autoridades competentes. Y quién padece las consecuencias. El público consumidor, en la mayoría de las veces de la clase social medianamente acomodada y la de escasos recursos, siendo esta última la inmensa mayoría.
No se vale que esta gente tenga que padecer la desesperación y angustia al enfrentarse a problemas graves de salud y no encuentre la atención y orientación necesarias para sanar o sobrellevar sus enfermedades, sus malestares, sus necesidades. La titánica indiferencia de la sociedad se ha vuelto un factor preponderante que en poco o nada ayuda a los sectores poblacionales más necesitados. ¡Ya basta! Si usted puede aporte, ayude, sugiera, informe a quienes lo necesitan. La marcada indiferencia social en todos los aspectos de la vida cotidiana está íntimamente relacionada a la ausencia de valores humanos progresivamente en proceso de extinción. Ayude, apoye, oriente, informe, no se niegue. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto