“Un grupo de ex estudiantes, ya muy establecidos en sus carreras, se reunió para visitar a su viejo profesor de la Universidad. La conversación se concentró en quejas sobre el estrés en el trabajo y la vida. Al ofrecerles café a sus visitas, el profesor fue a la cocina y regresó con un termo de café y una gran variedad de tazas: de porcelana, plástico, vidrio, cristal, algunas comunes, algunas caras, algunas exquisitas, y les pidió que se sirvieran el café caliente. Cuando todos los estudiantes tenían su taza en mano, el profesor dijo: –Si se han fijado, todas las tazas bonitas y caras han sido tomadas, dejando atrás las comunes y baratas. Aunque es normal que quieran solo lo mejor para ustedes, ése es el origen de sus problemas y estrés. Lo que en realidad querían era café, no la taza, pero conscientemente tomaron las mejores tazas y las estuvieron comparando con las tazas de los demás. Fíjense bien, –prosiguió. –La Vida es el café, pero sus trabajos, el dinero y su posición social son las tazas. Las tazas son solo herramientas para sostener y contener Vida, pero la calidad de la Vida no cambia. A veces, –concluyó–, al concentrarnos solo en la taza, dejamos de disfrutar el café que hay en ella. Por lo tanto, no dejen que la taza les guíe, mejor gocen el café”.
Elegante y didáctica reflexión anónima que nos deja una enseñanza invaluable. El mundo actual gira mucho más en torno al dinero que antaño, prácticamente nada se mueve sin él. La sociedad de consumo impuesta en la que vivimos inmersos, gracias a poderosos oligarcas plutocráticos, pretende hacernos comprar y comprar un sinfín de artículos, muchos innecesarios, tratando de generarnos nuevas necesidades para seguir manteniéndonos cautivos en el consumo, pretendiendo con esto hacernos creer que los productos y servicios que ofertan elevarán nuestro estatus de vida. Usted puede ser feliz y disfrutar la vida plenamente sin la mayoría de los productos y servicios chatarra que hoy pretenden venderle. Todo está en usted. La calidad de vida no se mide por el caudal de lujos y comodidades suntuosas y superfluas que posea, sino por la capacidad de disfrutar las cosas sencillas y los pequeños detalles de la vida misma. No se acongoje si no tiene un carro del año para transportarse, ropa cara y de marca que vestir, aparatos electrodomésticos y electrónicos de moda con que complacerse. La vida se disfruta de igual manera sin todo eso. Una persona sencilla, atenta, amable, limpia de corazón y alma; humilde, honesta y decorosa, es más agradable que otra bien ataviada y orgullosa, ventajosa, ruín y soberbia. El maestro de la historia anterior, bien podría representar a esa sociedad de consumo del capitalismo imperante, tentando a sus exalumnos con las tazas que puso en la mesa y que ellos tomaron las mejores. No se concentre en comodidades y lujos banales, aunque tenga con qué adquirirlos. La sociedad de consumo eso precisamente pretende. Que compremos más y más y si nos endeudamos, mejor. Note usted que las grandes compañías están actualmente más concentradas en las ventas a crédito, y que las casas de empeño están a la orden del día, y hay muchas.
Disfrute del café sin importar tanto dónde esté servido. Viva la vida tratando de servir a los suyos como a usted mismo, a los demás. No se compare con nadie ni trate de alcanzar lo que ellos tengan. Crezca, trascienda, disfrutando la vida con lo suyo, con lo que haya logrado alcanzar por méritos propios sin fregar a nadie o sin colgarse de ninguna ubre presupuestal, y si lo está, mame la leche que le corresponda gracias a su esfuerzo laboral pero nada más. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.