El Valor del Tiempo
Cuántas veces no reflexionamos acerca de lo que el tiempo es para cada uno de nosotros en la vida. Tomando verdadera conciencia de él, reconoceremos que es uno de nuestros más valiosos activos aliados y que mucho depende de la etapa que estemos atravesando en nuestra vida para asignarle un determinado valor.
Cuando somos niños, el tiempo lo sentimos tan pero tan largo como para poder disponer de él según nuestros caprichos, sin depender de la voluntad de papá o mamá. En esa etapa soñamos con ser grandes, muy grandes. Con emplear el tiempo en juegos, los deportes y tantos otros intereses que un niño puede tener, y que a veces no disfrutamos por trabajo escolar y quehaceres impuestos que debamos realizar. En cuanto llegamos a la adolescencia ansiamos disfrutar de nuestra vitalidad física y mental sin los prejuicios que nos enseñan los adultos y el tiempo se nos hace corto para estar con los amigos, gozar de los romances, la escuela, los antros y un amplia gama de actividades más, y queremos devorar al mundo de un bocado siendo en ocasiones hasta egoístas y mordaces. Al iniciar la etapa adulta cobramos conciencia del valor real del tiempo y deseamos trabajar en algo productivo que retribuya a nuestras capacidades y esfuerzos, tratamos de desempeñarnos al máximo y deseamos frenéticamente días de 48 horas, lamentando amargamente las horas, días y años que perdimos miserablemente en cosas y acciones de las que no se obtuvo beneficio alguno. Pretendemos alcanzar nuestras más ambiciosas metas, sacrificándonos y sacrificando a nuestros seres más queridos. Y entonces el tiempo se nos hace poco y notamos que no disponemos en ocasiones ni siquiera de unos cuantos minutos para nosotros mismos que podamos dedicar a la introspección, a la relajación o al esparcimiento, entregados por completo al trabajo que debamos realizar por la remuneración que de él obtenemos para satisfacer nuestras múltiples necesidades. En la madurez, cuando la experiencia nos ha enriquecido, empezamos a medir nuestro tiempo en hechos, pensamientos reflexivos y sentimientos y empezamos con pena a notar que nuestro cuerpo va disminuyendo su vigor y cuando nuestra mente está más abierta en ocasiones perdemos oportunidades y deseamos tener más tiempo. Si nuestro desempeño ha sido fructífero, habremos de sentirnos satisfechos y de no haber logrado nuestros objetivos de vida, empezaremos a manifestar frustración, por no haber aprovechado el tiempo.
Es en la vejez, cuando muchas de nuestras metas suelen cambiar y estamos un mayor tiempo ociosos, sentimos que nos sobra tiempo, sobre todo cuando ya no acudimos al trabajo y nuestra familia por la que tanto nos esforzamos no se ocupa de correspondernos en atención y amor. Por eso, como dice una famosa canción popular que versa “sabia virtud de conocer el tiempo”, debemos aprovechar y vivir intensamente cada una de las etapas de nuestra existencia, preparándonos con inteligencia para afrontar un placentero y confortable final, aunque no sea esto una garantía, bien podría amortiguar un poco los imprevistos cuando se acerque el día de partir. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.