Disciplinar
La política de la nalgada jamás ha rendido malos resultados cuando es aplicada sabia y conscientemente, acompañada con mucho amor, respeto y cariño, en niños y jóvenes desobedientes, aunque los psicólogos manifiesten todo lo contrario. En el hogar son los padres quienes imponen las reglas del juego, y los hijos quienes deben someterse a ellas; todo esto, dentro de un marco de respeto mutuo y armonía que conduzca a la concordia y el bienestar integral de la familia.
La disciplina corporal jamás debe aplicarse cuando quien lo haga, el padre o la madre, estén enfadados y agobiados por causas ajenas o externas a la situación que tratan de enmendar en sus hijos, sino sabiamente, con pleno conocimiento de causa y sin cometer abusos, tanto físicos como emocionales que dañen su cuerpo y su autoestima. La clave de la disciplina en el hogar, en general, estriba en que ésta debe ser aplicada permanentemente y con la intensidad que la situación amerite, y siempre acompañada de mucho amor. Jamás deben los padres a sus hijos golpear por cualquier motivo, sin una razón aparentemente justificable, pues esto puede acarrearles severos traumas de personalidad de los que pueden arrepentirse después. Sin embargo, la disciplina deberá ser firme siempre y aplicarse a la primera vez que se requiera, pues tanto el padre como la madre deben estar de acuerdo acerca de cómo educar y disciplinar a sus hijos, ya que en muchas ocasiones uno de los dos suele ser más estricto que el otro, pero si ambos contribuyen en la formación, educación y corrección de sus hijos, habrá entonces mejores resultados por el mutuo apoyo brindado. Una de las grandes y difíciles tareas que tienen los padres es bien encausar a sus hijos, por lo que necesitan ser muy conscientes para no cometer abusos, por lo que deben disciplinarlos siempre con mucho amor y comunicación, y haciéndoles saber y sentir que son parte importante de sus vidas y que lo único que anhelan es lo mejor para ellos. El amor y la comunicación son parte esencial en la vida familiar, y deben practicarse constantemente en la intimidad de cada hogar. El cinturón, la vara, el cable, la chancla, usados con inteligencia y amor, han formado a lo largo de los años, más hombres honestos, pulcros, decentes y honorables, que hombres que fueron mimados y consentidos desde pequeños al lado de padres permisivos o alcahuetes.
La familia se constituye básicamente en el amor, el respeto, la comprensión, la ternura, el cariño y en las relaciones interpersonales que giran alrededor de ella. Los padres deben conducir con mucho cariño y respeto el curso que sigan las vidas de cada uno de sus hijos, vigilando constantemente el avance de sus estudios, sus tareas, visitando constantemente las escuelas donde estudien para supervisar sus avances, y conocer a los amigos con quienes se relacionan para evitarles malas influencias de compañías no gratas. Esto contribuirá siempre a mejorar la vida de los padres y de cada uno de los miembros de la familia. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto