CEM y UFEC
Hace como un mes vino a mi casa un gran amigo de juventud con quien compartí los estudios necesarios para el examen de admisión a la Universidad Veracruzana, mi Alma Mater. Jesús Olmedo Saldaña vino a invitarme a un grupo de amigos. Yo le contesté que no podía salir de mi casa por mucho tiempo, dada mi actual condición física. Soy parapléjico y estoy imposibilitado para salir y para muchas otras cosas más, le comenté. No te preocupes, me dijo. El grupo al que te invito es de WhatsApp. Por ahí hubieras empezado, le dije yo. Claro que sí.
Cuántos recuerdos se agolparon en mi cabeza al empezar a participar y saludar a muchos amigos olvidados que hoy reencuentro y a quienes me dio mucho gusto volver a saludar, volver a saber de ellos e interactuar virtualmente a través de la escandalosa tecnología de hoy. Casi todo el mundo cuenta ya con un smartphone, que nombrecito tan ideático, ahora resulta que cualquier aparato electrónico con acceso a internet es inteligente. Imagínense ustedes nada más, la asombrosa idea de la mercadotecnia para captar miles de millones de pesos, dólares, euros, o como le quiera usted llamar. Dinero que se va a un selecto grupo de poderosos magnates que controlan y dominan ese segmento del mercado, para que nosotros los jodidos tengamos en que trabajar, pero la mayoría, en que entretenernos también, pagando, por supuesto, una buena lana periódicamente para poder hacer uso de la tecnología y no quedarnos atrás. Bueno, pero ese es otro cuento. Hace como treinta y tantos años, en mis años mozos, por azares del destino pertenecí a la Corporación de Estudiantes Mexicanos, CEM., grupo bajo la dirección de la corriente jesuita del catolicismo. Había también un grupo de mujeres al que se le conoció como Unión Femenil de Estudiantes Católicas, UFEC. Grupos que poca gente conoció porque no fueron ampliamente difundidos. En realidad, no era esa su intención, sino la de practicar la caridad y el compañerismo estudiantil, además de otras actividades más. “Por Cristo a la Universidad” y “A la gloria de Dios por la ciencia”, eran sus lemas respectivamente que recuerdo de aquel añorado grupo. Estaban divididas las organizaciones por hombres y mujeres, pero sus trabajos eran mixtos y participativos, interactuando integralmente. Ahí conocí buenos y queridos amigos como a Valentín, Sofía y Esther (QEPD.), Garrido Pensado; Raymundo, Plutarco y Ángela, Hernández Pliego; Yolanda Dávila González, Jesús y Betty Olmedo Saldaña; Blanca y Maricela Montoya Pérez; María del Carmen Foglia Carmona, Juan Flores Ibáñez, Trini Vega Rodríguez, Lucía, Victoria y Teresa Pérez Preza, Delia Pérez Sobrevilla; Kelly Kathy y Lupita, Aguilar López; Sergio (QEPD.) y Antonio Sánchez Sevilla; Raúl y Rocío Reyes Morales; Benito Morales García, Rosaura Paz Pérez, Vicente Rivera González, Leobardo Cortés Bejar, Alan Pérez Santos (QEPD.), y tantos otros más de quienes tengo su imagen grabada con tinta indeleble en mi mente, mas sólo recuerdo vagamente sus nombres. Ah, esta edad que remite al olvido los nombres de tantos y tantos amigos con quienes compartimos innumerables vivencias dinámicas y divertidas, a través de nuestra agitada existencia.
El pasado sábado 25 de junio se reunieron desde muy temprano algunos integrantes de esos dos grupos en un conocido hotel de la ciudad, con el objeto de celebrar el añorado reencuentro de un nutrido y selecto grupo de cincuentones compañeros, que gracias a la tecnología se lograron reunir; con algunas ausencias que lamentar como es clásico ya en ese tipo de círculos sociales, pero gracias a Dios no por motivos de preocupar. Muchas gracias amigos por tomarme en cuenta, por invitarme a participar, aunque no pude estar con ustedes por motivos de salud dada mi condición física que todos conocen. Algún día podré saludarlos personalmente y muchas gracias también a aquellos que pudieron visitarme en esta su casa. Y a usted amigo lector muchas gracias. Que tenga un buen día.
Luis Huberto