25 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Panteísmo o panenteísmo

 

La cosmología ha demostrado que el origen del universo se dio hace unos 15 mil millones de años. Todo surge del Big Bang, donde una inmensa energía se despliega hacia todos lados. Millones de años más tarde se van creando las supernovas, que más tarde explotan y forman las actuales galaxias. La vía Láctea, a la que pertenecemos forma los astros en los que se encuentra nuestro sol y nuestra madre la tierra. En ella aparece, mediante un proceso evolutivo el ser humano.

            Según los avances de la cosmología las cosas no están hechas de manera fija. Todo está en movimiento, nada está terminado. El universo está en constante expansión. Y por lo tanto está cambiando de algo menos complicado a algo que se va complicando paulatinamente. Se van descubriendo algunas reglas de la expansión de la materia, hasta llegar a demostrar que en la evolución existe una relación entre lo complicado y la conciencia. Teilhard es uno de estos investigadores, además de ser un teólogo y un místico Él dice que mientras más compleja es la estructura de un ser, éste va teniendo una conciencia más clara. De alguna manera todo tiene conciencia, mientras tenga un sistema en el que se va formando lo que será el cerebro, que tiene su mayor desarrollo en el ser humano, al menos hasta hoy. En esa evolución hay una fuerza que se manifiesta en el cosmos por su expansión. La observamos en cada “mónada” en cada célula, en cada conjunto de células que forman a los seres vivos y en el crecimiento de ese ser vivo. Una de las cosas que aporta este pensamiento es que la concepción del mal en el mundo no es algo inexplicable, sino algo natural. La manera de explicar el mal en la concepción evolucionista consiste en que la fuerza creadora implica una evolución en la que lo múltiple tiende a la unidad. Pero para alcanzar esa unidad plena es necesario que se vayan dando cambios que provocan sufrimiento, dolor, ajustes que los hemos interpretado como el mal en el mundo. No es que Dios cree el mal, sino que la creación evoluciona de tal manera que en su esfuerzo por llegar a la plenitud se dan leyes que provocan que los seres más simples o más débiles tengan que desaparecer para dar lugar a seres más complejos, más conscientes, más cercanos a la unidad final de toda la creación. Incluso en los seres humanos, el mal se explica (no se justifica) porque los individuos no siguen las reglas éticas de su comportamiento, porque no captan su propia vocación, porque no quieren cumplir con las virtudes de la comprensión, de la solidaridad, y dañan a los demás seres. El egoísmo, pues, que se manifiesta porque no aceptan colaborar con la unidad del universo. Sin embargo, la fuerza creadora sigue impulsando todo hacia el Punto Omega, que es el punto de convergencia de todo, al que los cristianos llamamos Dios.

            Esa fuerza es la del Creador, la de Dios, que está presente en toda la evolución. Por lo tanto en nosotros mismos. No es que seamos una parte de Dios (panteísmo), sino que participamos de Dios en el sentido de que nos impulsa, nos estremece, nos da vida, no sólo material, sino también espiritual. A esta manera de entender la realidad de Dios en el cosmos, desde lo más simple hasta lo más complejo que somos las personas, se llama ahora panteísmo o panenteísmo. Se trata de que Dios está llenando con su fuerza, con su “energía suprema” consciente, ordenadora, sustentadora, amorosa, a toda la creación. “En Él vivimos, nos movemos y somos”, como dijo Pablo de Tarso. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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