26 de Julio de 2025
 

Panoramas de Reflexión

Escucha pero no hables

 

            “En un pueblo había un pastor de ovejas que cada domingo asistía a misa. Le fascinaba todo lo relacionado con Dios. Tanto que un buen día decidió convertirse en fraile, pues cerca de su pueblo existía un monasterio de donde había visto salir a algunos frailes a hacer sus compras.

 

            Llegó hasta las puertas de aquel claustro y pidió hablar con el fraile que estaba al frente del grupo. El abad tardó muchísimo en recibirle y después de algún tiempo, se dignó en atenderlo. El pastor le expuso sus fervientes deseos de convertirse en un miembro más de aquel monasterio. El Abad no lo pensó mucho. Consideró de gran idea hacerse de un mozo que, dada su ignorancia, podía aprovecharse de él y hacerlo realizar todas las labores domésticas del monasterio. Le explicó que tenía que prepararse estudiando mucho, pero además, tenía también que hacer muchas labores domésticas que requería el monasterio. Todo lo aceptó el pastor para convertirse en fraile. Pasó el tiempo y el pastor pudo darse cuenta de que el arduo trabajo al que lo habían sometido, ni siquiera le permitía descansar y asistir a la misa que diariamente se celebraba en el monasterio. Un día ya no aguantó más. Decidió abandonar el monasterio. Escapó llevando consigo algunos hábitos de fraile que había usado durante su estancia. Después de tanto caminar, llegó a un pueblito de la sierra donde se encontraba una iglesia abandonada. Ya entrada la tarde llegó a las puertas del templo, cuando los rayos del sol iluminaban un crucifijo que se encontraba al fondo de aquel recinto. Pensó que se trataba de una señal de Dios para él. Después de descansar unos momentos, se puso a asear la iglesia. Los pobladores que le vieron pensaron que era un cura recién enviado. Al poco tiempo, hasta oficiaba misa los domingos. La iglesia estaba más hermosa y el pastor hacía labores sociales con los pobladores de aquel lugar, enseñándolos a realizar actividades agropecuarias que desconocían. En los momentos de soledad, cuando realizaba algunas tareas dentro de la iglesia, siempre platicaba con el cristo. Le decía con mucha ternura: –Señor, por nuestros pecados estás clavado en esa cruz. Si me permitieras tomar tu lugar tan sólo un momento para que descanses. De repente y ante sus ojos admirados por lo que enseguida aconteció. El cristo le respondió: –nunca podrás ocupar mi lugar, pues mi carga es muy pesada. Todos vienen a mí a decirme sus penas que escucho sin jamás responderles, todo se lo entrego a mi padre. Señor, le respondió el pastor, –Pero yo estoy dispuesto a callar para que descanses. Un buen día queriendo conceder Cristo la dulce petición de aquel pastor, se hizo el tan pretendido intercambio de personajes. Cristo se vistió de fraile y el pastor ocupó el lugar de cristo en la cruz. Ahí comprendió el pastor el verdadero dolor de cristo. Llorando permaneció un buen rato crucificado. En eso entró en la Iglesia el hombre más rico de la región para desahogar sus penas que su fortuna le ocasionaba y ante el crucifijo, que en esos momentos estaba representado por el pastor, después de tanto orar dejó una moneda de apenas cincuenta centavos. Pero al levantarse del reclinatorio en el que estaba hincado, cayó su billetera repleta de dinero. El hombre salió apresurado para abordar su cabalgadura sin percatarse de ello. Poco tiempo después de que el hombre partió, entró en la iglesia un pobre morador del pueblo que inmediatamente divisó la billetera, la recogió y se la guardó entre sus ropas. Poco tiempo después regresó el hombre rico a buscar su billetera y cristo que en realidad era el pastor, le dijo apresuradamente: – ¡Se la llevó aquel hombre que va saliendo! Cristo, representado por el pastor vestido de fraile le dijo entonces: – ¡Te dije que no hablaras!”.

            Este cuento anónimo nos muestra de una manera muy graciosa que es importante siempre callar, saber escuchar y pensar antes de hablar, como una virtud muy apreciable. Como comúnmente se dice “Conecta la boca a tu cerebro”. Pero recordemos también que callar es una manera de mentir. Saber cuándo es imprescindible hablar también es importante. Cuidemos la boca, pues la lengua es un arma de doble filo. Beneficia mucho en algunas ocasiones, pero en otras destruye y confunde más de lo que nos podemos imaginar. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto



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