Disgusto social
Las habituales conversaciones de café más frecuentes en estos días se refieren a ese enojo que tenemos los ciudadanos al ver que las autoridades han perdido el sentido de servició, que es la única razón que justifica que se mantengan como autoridad. Lo que sentimos es que lo que los mantiene es el afán de poder, es decir, gozar de la situación en que se encuentran, sin considerar el bien común.
Existe además un sistema que ha demostrado que no puede ofrecer nada más de lo que nos ha dado, que es la pérdida del humanismo, la creación de diferencias que nos hieren, que no soportamos más. La pobreza es cada vez mayor para un número creciente de personas. El capitalismo, en su forma de neoliberalismo, como lo llamamos ahora, ha demostrado que no sirve para el bien de todos. El socialismo histórico demostró también que no resolvía las necesidades de las mayorías. Hoy a más de 20 años de la caída del muro de Berlín, seguimos creyendo que el socialismo pasó a la historia. Sin embargo, construir una estructura social como la presenta el socialismo doctrinal es la única manera de salvar la vida. Si el socialismo se queda en utopía o en politiquería, la muerte de la tierra está asegurada. El sistema actual no está dispuesto a contener la destrucción del planeta, con tal de obtener dinero. El socialismo deberá construirse por todos o no se construirá. Es la humanidad que se organiza como ciudadanos para echar su suerte con los pobres de la tierra, como decía José Martí. La tarea es ingente, porque supone una transformación mental de la gran mayoría de los ciudadanos. En el socialismo tendremos que integrar a todos los sectores sociales, a los integrados y a los excluidos, a los organizados y a los no organizados, hombres y mujeres, niños y niñas. Y respetar las autonomías de las clases sociales. Bien dice Leonardo Boff que las virtudes para ese otro mundo posible son la tolerancia, la hospitalidad, la convivencia el respeto y la comensalidad (compartir el pan). Y esto de manera que el fruto sea la paz. Sin estas virtudes no es posible la construcción de ese “otro mundo posible”. Implicará integrar la lucha por el socialismo con la lucha por la democracia, como lucha del pueblo. Y las luchas por la liberación de los pueblos contra las grandes potencias, de las megaempresas y sus asociados locales. Deberá integrarse el arte y la ciencia en ese proceso de construcción del socialismo. Se tendrá que enfocar con principios éticos que superen los moralismos tradicionales. La democracia no existe sin pluralismo ideológico, sin diversidad étnica, sin ecumenismo religioso, que excluye todo autoritarismo intelectual o ideológico. Todos seremos miembros de una sociedad donde quien mande sea la misma sociedad, y el Estado obedezca. “Obedecer al mandar” y “mandar al obedecer”, como expresaban los Zapatistas chiapanecos. El imperialismo de las grandes potencias opresoras está articulado cada vez más al capitalismo. Las redes de poder y negocio de los ricos y poderosos se asocian y justifican con leyes opresoras “políticamente correctas”; los actos que provocan las desigualdades, la violación de los derechos humanos, el desempleo sistémico, y la acumulación de los bienes que originalmente son de todos y para todos. La corrupción que se enseñorea en el sistema capitalista abarca no solo a los poderosos, sino que permea en gran parte de la sociedad. El exterminio étnico por medio de enfermedades inducidas están destrozando a los “pobres desechables”. Las guerras, con los complejos militares empresariales poseen la capacidad de deshacerse de las poblaciones perdedoras, para despojarlas de los energéticos que poseen en sus territorios. El holocausto universal es posible, pero incierto. Llegó la hora de construir el socialismo que luche contra esta terrible realidad. El cambio ocurre entre contradicciones necesarias, que se pueden superar con flexibilidad y con firmeza a la vez. Es la utopía que muchos deseamos y que es realizable.
El columnista Luis Fernández Godard nos planteó ya hace algún tiempo el anterior paradigma de una sociedad cada vez más descontenta con sus sistemas de gobierno. Yo pienso que tal vez los disturbios sociales, que incluyen saqueos globales, no estén muy lejos en muchos países. La vida se ha vuelto insoportable para muchos tras decisiones intergubernamentales con el afán de obtener recursos económicos, que hasta el planeta mismo ha resistido por siglos sus desastrosos embates, apenas vislumbrando paulatinamente los posibles efectos de las consecuencias de los constantes actos vandálicos de superpotencias cada vez más exigentes y demandantes de su potencial energético. La vida misma y sus valores humanísticos y morales les importan un verdadero comino. Desafortunadamente es el panorama mundial actual. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.