Una charla de tantas
Hace ya algunos años tuve la grata fortuna de platicar con los señores Donaciano Perdomo Maldonado y Fortino Ramos Lemus, reportero y productor y viverista de litchi, respectivamente, quienes me hicieron una amena visita de cortesía, la cual les agradezco profundamente, dada la amable deferencia que tuvieron con mi humilde persona.
La ilustrativa entrevista que sostuvimos aquel día estuvo principalmente relacionada con la masiva y progresiva pérdida de valores morales y espirituales en el seno de la familia, aparte de tratar de “componer el mundo” con diversas opiniones al respecto y sobre variados temas que abordamos en nuestra improvisada reunión. Citamos contundentes ejemplos actuales acerca de la vida en familia, comparándolos con el comportamiento y conductas adoptadas por nuestros padres ante situaciones similares en el pasado, concluyendo que las mismas acciones seguidas por nuestros padres, y las de muchos otros padres de antaño, fueron mayormente enérgicas pero con mejores resultados, formando hombres y mujeres provistos de valores visiblemente arraigados, y dotados de un amplio sentido común. La bondad, la nobleza, la sinceridad, la franqueza, el criterio, el raciocinio, la cortesía, el espíritu, son virtudes que como valores hemos observado que paulatinamente están desapareciendo de nuestro entorno, amén de muchos otros más como la confianza, la verdad, la discreción, la responsabilidad, la lealtad, la honradez. No obstante, consideramos que con diálogos como estos, al igual de los que cada jefe de familia debe sostener en el interior de su hogar es como debemos tratar de preservar y fomentar estos y otros valores más. La verdad, hace falta mucho por hacer, sin embargo todo puede lograrse, sólo debemos sembrar las semillas que germinen en seres humanos dotados de fe y esperanza, amor al prójimo y confianza en sí mismos, que les darán a su vez lo necesario para alcanzar el éxito y seguir adelante con actitud emprendedora que tanto hace falta en un país como el nuestro; México requiere de gente con valores, con principios y de buenas costumbres, para combatir hasta aniquilar la corrupción que tanto daño ha generado y encaminarnos hacia el progreso verdadero que merecemos y que tanto anhelamos.
Hicimos con nuestra charla, de alguna manera como lo que hacen todas las noches dos personajes animados de una conocida caricatura de la Warner Brothers, Pinky y Cerebro: tratar no de conquistar el mundo, pero sí de ‘componerlo’, y pienso que lo logramos un poco; sólo resta que usted amigo lector, como le decía hace un momento, transmita esta consciencia a través de la preservación y fomentación de buenos valores en sus hijos desde el seno de su hogar, que los acerque más al conocimiento, al estudio y la disciplina, que a su vez los aleje de la ociosidad y la mediocridad que los hunde en el exceso de soledad, televisión y juegos, sustituyéndolas por la sana convivencia asistida por usted mismo, bajo su supervisión o consentimiento. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.