De cómo aprendí a ser hombre
“A la mitad del camino de la vida, como escribió Dante, me perdí en un bosque umbrío. Mis sueños de varios lustros se volatilizaron; el sendero ascendente y firme por el que transitaba se agrietó; como en un terremoto, se resquebrajó el edificio aparentemente sólido de mi existencia; los amigos que parecían inmutables cambiaron de rostro; algunos que me debían favores demostraron tener mala memoria; otros en cambio, de los que no esperaba nada, me brindaron generosa comprensión y ayuda.
Así supe que vivir es atravesar por un frágil puente de cristal quebradizo y resbaloso. Con el transcurso de los años he aprendido que es mejor recibir enseñanzas que intentar darlas. La experiencia es intransferible. Cada quien debe cometer sus propios disparates, disfrutarlos y pagarlos. He luchado desde que nací; en esa larga batalla, he golpeado y me han golpeado; he vencido y me han vencido; he ganado y he perdido. He reunido fortunas apreciables, se han esfumado y he vuelto a comenzar siempre con éxito, comprobando que cuando Dios quita por un lado, lo repone generosamente por el otro. Como Job, sufrí la pérdida de casi todo lo valioso que tenía a la mitad del camino, pero como a Job, Dios me restituyó multiplicado lo perdido. La vida es un don maravilloso, una experiencia única y para apreciarla es imperioso vivir, lo cual equivale a recorrer todos los caminos y saborear todos los frutos, los dulces y los amargos, tener victorias y fracasos, premios y castigos, aciertos y equivocaciones, honores y desprecios, reconocimientos y decepciones”.
Octavio Colmenares Vargas, en su libro “Abecé de la vida”, publicado por Editorial Edamex, escribió la bella reflexión anterior, la cual encuentro con demasiadas coincidencias con el propio camino de mi vida. En ella he aprendido que, como decía Goethe, “a veces nuestro destino se parece a un árbol en invierno. ¿Quién va a pensar ante su triste aspecto que esas rígidas ramas reverdecerán en primavera?”. Muchas veces me he sentido solo, triste, deprimido, cansado, caído, abatido, vencido por las interminables adversidades que encuentro en mi propio destino que la vida misma me ofrece, pero a pesar de ello siempre intento salir adelante, una y otra vez; aunque confieso, no es nada fácil lograrlo, ni siquiera intentarlo, pero siempre que me propongo algo con verdadera intención de alcanzarlo, lo hago y muchas veces lo logro. Pienso que como humanidad nos falta mucho, pero mucho, a todos por evolucionar, tenemos demasiados defectos, algunos tan mezquinos y tan arraigados en nuestras consciencias, que nos cuesta mucho trabajo vivir apartados de ellos; pero tal vez, si tan sólo nos hiciéramos el firme propósito de erradicarlos, estaríamos iniciando un cambio ascendente que pudiera alguna vez trascender favorablemente en nuestro destino, mejorando propiciamente nuestra ruta en la vida. La decisión que tomemos, depende de nosotros. La solución está en nosotros mismos. Somos la suma total de todas nuestras opciones. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.