México privilegiado
Antes de que iniciara el año ya veíamos venir con cierta preocupación una colosal ola de precios altos que nos inundaría cuando llegara. El gobierno federal anunciaba ya a finales del año pasado el alza de los insumos energéticos que provee a través de PEMEX. Y CFE, tales como la gasolina, el gas LP y la energía eléctrica. Nos sentíamos entonces como siente tal vez una jerga sucia, antes de ser zambullida en la cubeta para ser enjuagada y exprimida.
Y es que, efectivamente, a todos nos exprime no una ni dos, sino varias empresas públicas y privadas al hacernos cobros excesivos a través de tarifas o comisiones exorbitantes y exageradas a cambio de servicios malos y deficientes, ya que la oferta de ciertos sectores industriales y comerciales que distribuyen bienes y servicios primarios o apremiantes, se concentran en un reducido número de empresas; es decir, en oligopolios y monopolios que pululan en toda la república. Esos grupos, sobre todo los privados, nos exprimen para amasar grandes fortunas bajo el cobijo del mismo gobierno. Somos víctimas de una economía oligopolizada, y en algunos casos, monopolizada. Imagínese usted, aproximadamente tres bancos dominan en México los servicios financieros, dos empresas y el gobierno controlan los canales de televisión abierta, una empresa controla la red de conexión telefónica, dos grupos empresariales controlan la distribución de gas LP, dos empresas controlan el mercado del cemento, sólo una empresa las dos terceras partes de la producción de harina de maíz, tres o más empresas controlan la producción de pollo y huevo, a lo sumo dos empresas controlan el 80 por ciento del mercado de leche, tres empresas a lo más dominan el mercado de carnes procesadas, sólo una empresa controla la producción del pan industrializado y dos empresas controlan la distribución de medicamentos. Esos grupos dominantes hacen, con la anuencia de funcionarios débiles o cómplices, lo que se les viene en gana. Controlan, coluden, abusan, despojan injustamente, explotan, arrancan, contrato tras contrato, cobro tras cobro, grandes cantidades anuales al público consumidor. En otras palabras, cada familia mexicana transfiere aproximadamente 70 mil pesos anuales a los monopolios del país, y las clases marginadas pagan 40 por ciento más de lo que deberían por la falta de competencia en servicios básicos como telefonía. Aumentando con ello estos oligopolios y monopolios privados en mayor porcentaje su patrimonio, mientras que la mayoría de los mexicanos lo ve cada vez más reducido. La respuesta se halla también en la estructura concentrada de la economía mexicana, en la falta de competencia que despliega, en las prácticas extractivas que permite, en el rentismo cotidiano que produce, generándose así pobres en números crecientes.
De allí la urgencia de revisar las reglas y modificar las sanciones para quienes operan abusivamente. Muchos en la élite económica han logrado hacerlo por el tipo de capitalismo que prevalece en México. Por la persistencia del capitalismo de cuates, el capitalismo de cómplices, el capitalismo que no se basa en la competencia sino en su obstaculización. No sólo es el aumento a la gasolina, el gas LP y la energía eléctrica, sino ese andamiaje de privilegios y “posiciones dominantes” y nudos sindicales en sectores cruciales que aprisiona a la economía y la vuelve ineficiente. Que inhibe el desarrollo de México en un mundo cada vez más competitivo. Que opera con base en favores, concesiones y colusiones que el gobierno otorga y la clase empresarial exige para invertir. Que concentra el poder económico y político en una red compacta que constriñe la competencia y ordeña a los ciudadanos. Generando con ello un México privilegiado, pero para unos cuantos. Gran parte de aquello explica por qué México está atorado. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.