Sinceridad
Nadie, absolutamente nadie está exento de padecer algún infortunio o sufrir una tragedia, una desventura en su vida, aunque en su pasado ya haya sobrellevado algunas. La vida no es justa para nadie, es de sabor agridulce y tiene un sinnúmero de altibajos de todas las modalidades posibles, tan diferentes y divergentes como infinito puede ser el universo. Entonces no está por demás estar precavido y ser prevenido.
Debemos crecer, ser y actuar, siempre de manera prudente y respetuosa con los demás; pues invariablemente sólo con el tiempo aprendemos que amar no siempre significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad. Debemos comenzar pues a aceptar nuestras derrotas con la cabeza erguida y la mirada hacia adelante, con una sonrisa adulta y no con la tristeza de un niño. Sólo después de algún tiempo lograremos percibir una sutil diferencia entre dar una mano y socorrer un alma. Los ángeles siempre están allí entre nosotros y no cuesta mucho trabajo encontrarlos, siempre y cuando con humildad, perseverancia y respeto los busquemos. Debemos aprender a construir en el presente, en el aquí y ahora, porque el pasado ya pasó y el mañana es incierto para hacer planes, y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío. Con el tiempo aprendemos que no importa cuánto nos valoremos, para algunas personas simplemente no importamos, por lo que debemos aceptar que no importa cuán buena sea una persona, nos va a herir de vez en cuando, por lo que también necesitaremos aprender a perdonarla. Con el tiempo descubriremos entonces que lleva años construir confianzas, y apenas unos segundos para destruirla. Que podemos hacer cosas en un instante, de las que nos arrepentiremos por el resto de nuestra vida. La vida no es fácil para nadie, todo lo verdaderamente importante implica un esfuerzo conseguirlo. Y siempre me pregunto por qué insistimos tanto en perseguir desbocadamente el dinero, cierto que es necesario, pero no tanto como para tratar de acumularlo desesperadamente. La vida está llena de cosas simples, sencillas y bellas, que no cuestan y son las de mayor valía, pero sólo con el tiempo nos percatamos de ello y a menudo cuando ya es tarde. Con mucha sinceridad les digo que sólo con el tiempo aprendemos que hablando podemos aliviar muchos dolores emocionales. Y aprendamos que las verdaderas amistades continúan creciendo aún a la distancia y que lo que importa no es lo que tenemos en la vida sino quién somos en ella, y que los buenos amigos son la verdadera familia que se nos permite escoger y eso es completamente gratis.
Qué esperamos entonces, sigamos una vida digna, impregnada de honestidad, confianza y respeto; llena de fe y esperanza. Nada está perdido, podemos reavivar la llama de los valores morales necesarios que no hemos ocupado y que ya no se usan; no ocupamos y no los usamos porque nosotros mismos hemos permitido que se oculten en la oscuridad de los tiempos, tanto que hasta las nacientes generaciones poco los conocen, nada saben de ellos, o piensan que ya son parte de nuestra historia. Promovamos pues el honor, el amor, el decoro, el recato, el respeto, la honestidad, la honradez, la pureza, la unión, y muchos otros valores más que bien serían un verdadero ejemplo heredado para sus hijos. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.