25 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Síndrome del emperador

 

No son mayores de edad, pero son los verdaderos jefes de la familia. No son delincuentes juveniles comunes, pero pegan, amenazan, roban, agreden psicológicamente. Son los protagonistas del llamado "síndrome del emperador", un fenómeno de maltrato de hijos a padres que se ha instalado actualmente con fuerza en nuestro entorno social.

Este tipo de violencia no es nueva, pero en los últimos años su incidencia se ha disparado; lo que sólo refleja apenas una parte del problema, debido a la resistencia de los padres a denunciar a sus propios hijos, pues la tendencia real de los padres es precisamente la contraria, a encubrir el problema. En otros países el fenómeno se ha tratado durante más tiempo y los datos sobre su incidencia son más preocupantes. ¿Qué puede ocurrir en la personalidad de un niño para que llegue a agredir a sus padres? Los expertos señalan innumerables causas genéticas, familiares y ambientales que ayudan al desarrollo de este síndrome. El abandono de las funciones familiares, la sobreprotección y sobre exigencia simultáneas, los hábitos familiares determinados por la escasez de tiempo, la ausencia de autoridad, la permisividad y, sobre todo, la falta de elementos afectivos, como la calidez en la relación con los hijos, además de que suele educárseles más en otros entornos sociales que en la propia familia, algo que no ocurría hace tan sólo unos cuantos años. No obstante para otros expertos, aspectos familiares o sociales como la permisividad o la ausencia de autoridad, no son suficientes para explicar este fenómeno, así lo creen muchos psicólogos. Un padre excesivamente permisivo tiene como resultado un hijo caprichoso e irresponsable, pero no un hijo violento. La permisividad sin embargo, también puede echar a perder a un niño, a hacerse vago, juntarse con malas compañías, cometer delitos; pero si hay violencia es como resultado de un proceso de deterioro personal por falta de educación, generalmente al final de la adolescencia. La clave puede estar en que estos niños son incapaces de desarrollar emociones morales como la empatía, el amor o la compasión, lo que se traduce en dificultad para mostrar culpa y arrepentimiento sincero por las malas acciones, pues el síndrome del emperador tiene causas; tanto biológicas, como la dificultad para desarrollar emociones morales y conciencia; así como sociológicas, ya que en la actualidad, se desprestigia el sentimiento de culpa y se alienta la gratificación inmediata y el hedonismo. La familia y la escuela han perdido gradualmente la capacidad de educación y esto favorece que chicos con esta predisposición, ahora tengan mucha más facilidad para exhibir la violencia. El elemento decisivo son las carencias más o menos claras en la adquisición de competencias personales, agudizado por el hecho de que el hijo ideal de los padres está en franca contradicción con los hijos sociales ideales definidos por la sociedad de consumo. La importancia de los medios en este factor es otro aspecto clave. La televisión por ejemplo, enseña valores muy hedonistas y consumistas y dificulta el aprendizaje del autocontrol; es decir, la capacidad de esforzarse por renunciar a cosas inadecuadas y para perseguir metas que requieren esfuerzos. Los hijos tiranos ven en los medios de comunicación muchas conductas y metas que son coincidentes con lo que ellos desean; pasarla bien y hacer lo que quieran sin que nadie les obstaculice. Lo que para muchos es una falta de disciplina que se soluciona con una cachetada a tiempo, es sin embargo un problema mucho más profundo que exige ayudar a que el niño desarrolle una conciencia sólida; esto se logra aplicando castigos razonables pero firmes, y explicando las razones morales y prácticas que supone su mala acción. En los casos más graves es por desgracia casi imposible, las madres son las principales víctimas. Los escasos estudios realizados sobre este fenómeno no permiten elaborar un perfil exacto de las familias que acogen a un niño o joven con el "síndrome del emperador". Sin embargo, los expertos coinciden en una mayor incidencia en las familias monoparentales; es decir, hijos que viven o dependen de solo uno de sus padres. La mayoría de los casos se da en madres que vuelven a tener otra pareja. La edad promedio de los menores con "síndrome del emperador" es de 16 años. Sus protagonistas, además, no suelen tener historial delictivo. Una última característica es que esta violencia familiar tiene una incidencia sensiblemente superior en hijos adoptados frente a los biológicos.

Cómo puede detectar usted un “emperador” en casa: Primero, la incapacidad para desarrollar emociones morales (empatía, amor, compasión) auténticas. Esto se traduce en muchas dificultades para mostrar culpa y arrepentimiento sincero por las malas acciones. Segundo, la incapacidad para aprender de los errores y de los castigos. Ante la desesperación de los padres no parece que sirvan regaños y conversaciones, el joven busca su propio beneficio, parece guiado por un gran egocentrismo. Y tercero, las conductas habituales de desafío, mentiras e incluso actos crueles hacia hermanos y amistades. Los padres pueden enfrentar al síndrome desarrollando de manera intencionada y sistemática las emociones morales y la conciencia de los hijos; dándoles oportunidades para que practiquen actos altruistas y que extraigan lecciones morales; estableciendo límites firmes que no toleren la violencia y el engaño; y prestándoles ayuda para que desarrollen habilidades no violentas que satisfagan su gran ego. Si padece en casa algo parecido con sus hijos, intente esto último por favor. Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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