Luis Humberto
En paz
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales coseché siempre rosas. Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas... Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.
Amado Nervo, poeta mexicano nacido en Tepic, Nayarit en 1870. En su juventud quiso ser clérigo, pero muy pronto se vio atraído por los variados estímulos de la vida, los viajes, los amores y la misma poesía. Su iniciación estética fue marcada por el influjo de Gutiérrez Nájera y de los grupos que se congregaban alrededor de «La revista azul» y «Revista moderna», en cuyas páginas se desbordaba todo el ímpetu del modernismo americano. Entre el conjunto de su creación, se destacan sus libros «Serenidad», «Elevación», «Plenitud» y «La amada inmóvil». Falleció en Montevideo, Uruguay en 1919. En paz, es el magistral poema en que el autor pone de manifiesto, en su muy particular sublime manera de expresar el sentimiento puro que nace de sus propias experiencias vividas, las causas y efectos de la vida misma. Cuando somos jóvenes jamás lo entendemos así, todos creemos comernos el mundo a puños, y creemos que por ser nosotros mismos, nada va a ocurrirnos si seguimos sendas equivocadas o de perdición. La ley de la causa y el efecto actúa siempre invariablemente de acuerdo a lo que hagamos. “Cuando planté rosales coseché siempre rosas”. Quizá cuando jóvenes es que nos cuesta trabajo entender a los viejos. Tal vez llegamos a creer que nunca nos veremos como ellos, ni siquiera nos imaginamos así. Pero son más rudos los golpes que nos da la vida cuando no hacemos nada en el camino para alcanzar un ocaso digno y feliz, sin amarguras ni penas extremas. Es cierto que al final, “lo comido, lo bebido, lo paseado y lo gozado no nos lo quita nadie, ni Dios padre”, tal como reza por ahí en boca de todos este conocido refrán; sin embargo, si esto se realiza con mesura, con cordura e inteligencia, los resultados siempre serán otros, muy diferentes a los obtenidos cuando se vive una vida llena de excesos. Desafortunadamente, la mayoría nos damos cuenta de ello cuando ya es muy tarde, cuando ya queda poco tiempo para enmendar el camino.
La vida es precisamente eso que nos menciona el poeta, una constante e inmutable, inamovible ley de la causa y el efecto. Una ley inflexible y concreta, como debieran ser las leyes que dicta el hombre. Y de nueva cuenta les digo, nosotros tenemos la palabra. Nosotros somos la suma total de todas nuestras opciones. Las decisiones son nuestras y también, somos nosotros quienes asumimos las consecuencias, buenas o malas, de aquellas. Los consejos desde su naturaleza misma son vanos, y usted mismo decide el seguirlos o no, y usted mismo asumirá las consecuencias entre la disyuntiva que ellos le presentan. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.