Luis Humberto
La escuadra redonda
La educación en nuestro país es laica y gratuita entre comillas porque la manutención de los jóvenes para que asistan a la escuela es otra cosa, es demasiado cara para muchas familias. Entre aspectos como el vestido, la alimentación, las cuotas de inscripción, útiles, uniformes, desfiles y fiestas de graduación; eso sin contar los famosos bailables en que los maestros se empeñan demasiado, acaban por hacer desistir a muchos padres de familia y a muchos jóvenes que se pagan sus estudios, el seguir o terminar los mismos. Inclúyale también la propia desidia, más bien flojera diría yo, de los jóvenes que prefieren buscar trabajo antes que terminar la escuela. Algo parecido le pasó a un joven amigo de Samuel, mi cuñado; no obstante, el destino favoreció más tarde al muchacho. Veamos por qué.
Cierto día este joven, les dijo a sus padres que ya no quería seguir estudiando. El motivo tal vez fue la flojera y las ansias de ganar su propio dinero. Sus padres preocupados al ver su reacción e insistencia, decidieron acudir con un amigo que es dueño de una refaccionaria automotriz, para que le diera trabajo a su joven hijo, argumentándole que ya no quería estudiar. Su amigo accedió de buena gana y contrató de inmediato al joven. Como la refaccionaria era un establecimiento grande, había otros empleados y todos mayores que el joven. También acudían clientes que en su mayoría eran mecánicos de los talleres del pueblo. El ambiente que encontró el joven era muy distinto al que conoció en la escuela. Frente al mostrador de la refaccionaria se reunían muchos clientes con el dueño y sus empleados y cuando no había mucho trabajo, se ponían a platicar y a echar relajo pues al dueño le gustaba mucho gastar bromas a sus clientes y empleados, sobre todo a los jóvenes aprendices. Un día el dueño, pensando en ayudar a reflexionar al joven, decide pedirle, delante de sus empleados y clientes, fuera a un taller ubicado muy lejos de la refaccionaria para traer –le dijo, una escuadra redonda que le había prestado al mecánico de ese taller. El joven sin dudarlo, se dirigió al citado taller mientras su patrón se pone de acuerdo por teléfono con el mecánico de aquel taller para que le siguiera el juego en la broma que había decidido gastarle al muchacho. Cuando el joven llegó al taller pidió al mecánico la escuadra redonda que su patrón le había mandado a traer. –No conozco una escuadra redonda, sé que las escuadras son cuadradas muchacho. ¿Qué estudios tienes?, le preguntó el mecánico. –Me salí de la preparatoria, contestó el joven. –Entonces has de conocer la escuadra redonda, busca ahí entre esos fierros que están al fondo y si la vez, se la llevas a tu patrón. El joven regresó con el mecánico después de mucho pensar, diciéndole que no la conocía por lo que no la había encontrado, y el mecánico le dio entonces un eje de un vehículo compacto, todo doblado y corroído por el oxido. –llévale este fierro a ver si es ese, le dijo el mecánico. El joven salió cargando la pesada pieza hasta la refaccionaria y cuando llegó, su patrón le dijo: – ¡Como serás bruto!, eso no es una escuadra redonda, llévaselo y dile que te de la escuadra redonda. El joven salió casi llorando de nuevo de la refaccionaria cargando el pesado eje, lo entregó al mecánico del taller pero jamás regresó a la refaccionaria. Con el paso del tiempo terminó finalmente sus estudios, hoy es un gran comerciante y Contador Público de profesión.
Esa broma de mal gusto le causó una gran reflexión, tuvo un buen resultado en el espíritu del joven quien no dudó ni un momento más en continuar con lo que realmente le correspondía hacer en la vida, seguir con sus estudios, pues teniéndolo todo, no había por qué no hacerlo. El destino estuvo de su parte y de sus padres al ponerlo en el camino de aquél patrón tan bromista. La filosofía popular es también sabia en estos menesteres, ¿no lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.