Luis Humberto
La gran ciudad.
Hace algunos días salí a dar la vuelta por el pueblo, ¡qué digo pueblo!, por la ciudad, por la gran ciudad, y digo “gran ciudad”, no por que cumpla con los requerimientos mínimos indispensables de urbanidad y civilidad necesarios para una mejor convivencia civil, sino por lo grandota, por lo masiva, por lo pletórica de gente caminando apresurada por doquier, autos sonando el claxon inmersos en un tráfico intenso y estridentes ruidos comerciales de muchos establecimientos que ofertan sus mercancías; faltaba mencionar también, los autos de perifoneo circulando por la “gran ciudad”, promoviendo otros tantos comercios.
Observé también muchos otros detalles, como que pocos automovilistas respetan el programa 1x1, establecido por la delegación de tránsito en algunos cruceros importantes de la “gran ciudad”. Motociclistas que montan esos pequeños aparatos junto con sus parejas, uno y hasta dos de sus hijos, sin tomar siquiera las medidas de seguridad necesarias como es el uso de cascos protectores. Automovilistas, sobre todo taxistas y conductores de transportes colectivos, que adelantan con demasía sus vehículos para incorporarse o cruzar una avenida, sin importar que a su paso se acerquen mucho a sus contrapartes que avanzan por la avenida de marras. Las prisas de todo mundo obedecen a diversas y variadas circunstancias por razones justificadas o no, muy respetables todas, pero que se anteponen a las ya referidas reglas de urbanidad y civilidad, resumidas en tolerancia y respeto mutuo, y que debemos guardar todos hacía nuestros semejantes en beneficio de nuestra propia seguridad y a favor de una mejor tranquilidad. Estas prácticas de apresuramiento masivo son necesarias e importantes todas para que se active la economía de la “gran ciudad”, pero deberían llevarse a cabo con mayor respeto hacia los demás. Todos luchamos en la vida con el afán de lograr el sustento diario, pero si lo hacemos con la temeraria premura imprudente, como la que observamos todos los días en muchas personas que corren por la “gran ciudad” arrostrando el peligro, lo único que lograremos con eso es incrementar la probabilidad de vernos involucrados en tragedias que pondrían en riesgo la seguridad y la vida de terceros y la propia. No sin contar que con estos sucesos, también podríamos involucrarnos en situaciones que afecten nuestra economía y hasta nuestra libertad.
Yo invito respetuosamente a todas aquellas personas que diariamente salen a trabajar, a buscar el pan de cada día, y que tienen la necesidad de hacerlo frente al volante de un vehículo o ante el manubrio de una motocicleta o bicicleta, que tengan cuidado al conducir y al conducirse hacia sus semejantes; que lo hagan con mesura, con moderación y compostura en su actitud, con cortesía y demostración exterior de respeto hacia los demás. Verán que observando tolerancia, prudencia y respeto, obtendrán también los beneficios justos y necesarios para obtener el soporte financiero que ajuste a su economía, sin menoscabo hacia los demás integrantes de esta gran ciudad que queremos todos. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.