24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Luis Humberto

 

La mariposa

 

            “Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo; un hombre se sentó y observó a la mariposa por varias horas, mientras ella se esforzaba para hacer que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño agujero. En tanto,  parecía que ella había dejado de hacer cualquier progreso. Parecía que había hecho todo lo que podía, pero no conseguía agrandarlo. Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa: él tomó una tijera y abrió el capullo. La mariposa pudo salir fácilmente. Pero su cuerpo estaba marchito, era pequeño y tenía las alas arrugadas. El hombre siguió observándola porque esperaba que en cualquier momento, las alas se abrieran y estirasen para ser capaces de soportar el cuerpo, y que éste se hiciera firme. Nada aconteció. En verdad, la mariposa paso el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo marchito y unas alas encogidas. Ella nunca fue capaz de volar. Lo que el hombre, en su gentileza y su voluntad de ayudar no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, era la forma en que Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa fuese a sus alas, de tal modo que ella estuviera lista para volar una vez que se hubiese liberado del capullo”.

 

            Algunas veces el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos para poder sobresalir. Si Dios nos permitiese pasar por nuestra vida sin encontrar ningún obstáculo, nos dejarían más limitados, más de lo que estamos nosotros los discapacitados. No lograríamos ser tan fuertes como podríamos haber sido. Nunca podríamos volar. Un hermoso pensamiento, profundo en sabiduría que nos ayuda a darnos cuenta de que estamos llenos de oportunidades para vivir, de que tenemos todo lo necesario para sobresalir y no nos percatamos de ello, porque quizá queramos el plato servido en la mesa sin procurar mayores esfuerzos, dice así: “Pedí fuerza y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte. Pedí sabiduría y Dios me dio problemas para resolver. Pedí prosperidad y Dios me dio cerebro y músculos para trabajar. Pedí valor y Dios me dio obstáculos para superar. Pedí amor y Dios me dio personas con problemas a las cuales ayudar. Pedí favores y Dios me dio oportunidades. Yo no recibí nada de lo que pedí, pero he recibido todo lo que necesitaba”. ¡Ojo señores padres de familia! No resuelvan tanto la vida y los problemas de sus hijos como acostumbran, porque tal vez los vuelvan marchitos y encogidos, como la mariposa de esta historia, totalmente dependientes e incapaces de resolver su vida y sus problemas con éxito, inexpertos para poder tomar decisiones trascendentes. Ineptos y opacos, sin Luz propia para avanzar por los sinuosos caminos de la vida.

 

            Vivamos la vida sin miedo, enfrentemos todos los obstáculos y demostremos que podemos superarlos. La vida sin problemas no forma experiencia. No nos quedemos sentados a observar el paso de los triunfadores, mejor seamos uno de ellos. Dejemos que los demás hagan sus propios esfuerzos, dejemos que vivan su vida; orientémoslos, pero no resolvamos cabalmente todas sus necesidades porque entonces estaríamos formando parásitos, que es lo que más se acostumbra hoy en día en las familias. ¿No lo cree usted así amigo lector? Píenselo un poco. Que tenga un buen día



Banner Hotel