Es una pena ver como se desboronan, cual migajas de pan ácimo al morder; como se pierden, cual monedas guardadas en lugares poco seguros; como se olvidan, cual objetos puestos sobre la mesa tras el apresuramiento de salir corriendo; las amistades, los amigos, que se unen a partidos o campañas políticas, manifestándonos a veces, su ignorancia, su enojo, y hasta repudio, creo yo muy lejos de sentir, pero son esos tiempos los que nos cambian.
De qué sirve un ensayo que nadie lee, unas palabras que nadie escucha, unas promesas que nadie cumple, si por más que se haga y se diga, la cabra tira siempre al monte. El sistema político mexicano está debidamente diseñado, perfectamente planificado y apropiadamente equilibrado, a semejanza de las grandes guerras. Que los más débiles se destruyan entre sí para que quienes detentan y mantienen el poder en sus manos, se beneficien obteniendo las mejores y más grandes tajadas del gran pastel; exquisito, delicioso, por cierto. La mayoría se da cuenta de ello, pero las rebanadas pequeñas también son sustanciosas como para dejarlas ir, incluso a costa de lo que sea, vamos, hasta de la dignidad. El factor “recuerdo” es un punto a sopesar, porque cuando el tiempo pasa las cosas tienden a olvidarse. El origen de un enriquecimiento o de algunos bienes en poder de algunos, son cosas que con el tiempo cada vez más personas, menos recuerdan. El poder se va pero si se sigue en la lucha con inteligencia, es probable que se mantenga, cambiando de nombre quizá, sí, pero pegados siempre a la chichi del sistema. Es el origen del “Chapulinismo”, o ¿cómo se llamará a la práctica de cambiar de siglas y colores, de puestos y nombramientos, cada vez que las circunstancias y condiciones les favorezcan a los políticos? Hace ya mucho tiempo que los partidos políticos han dejado de proponer como sus candidatos a líderes naturales, populares, comprometidos verdaderamente con un desempeño honesto en sus funciones. Hace ya mucho tiempo que los partidos políticos han dejado de representar verdaderamente a los ciudadanos; su distanciamiento y falta de credibilidad social es algo tan preocupante como urgente resolver, y la actual sensación general de corrupción política propicia la desconfianza y la indignación, ampliando el divorcio entre los partidos y la sociedad. Muchos ciudadanos se sienten incluso secuestrados en el ejercicio de sus derechos por organizaciones que monopolizan y privatizan el poder, controlando tanto al poder legislativo como a todos y cada uno de los niveles de gobierno, así como la composición de las más altas instituciones del Estado. Esta partidocracia confeti limita sustantivamente el ejercicio real de la democracia, y los ciudadanos tienen poco margen en la práctica para decidir sobre la marcha de la sociedad. Se hace necesario, en definitiva, un mayor equilibrio de poder entre los partidos políticos y la sociedad.
Y yo me pregunto, ¿por qué ha de ser siempre en épocas o vísperas de elecciones cuando los grupos de intelectuales, pensadores, líderes, profesionistas, y ciudadanos preocupados por vivir en un mundo mejor para todos en México, se destapan abriendo las cloacas que contienen toda la inmundicia de marrullerías y triquiñuelas que se suceden tras el poder, y que ventilan miasmas putrefactas que contaminan el ambiente que haría mejor un país ideal? ¿Por qué no se lucha y se exige constantemente hasta conseguirlo y no se esperan nada más a que lleguen épocas de elecciones para hacerlo? Qué raro. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.