Por Miriam Lagunes Marín
Desde hace poco más de dos semanas las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos fueron tomadas por mujeres quienes exigen justicia, este grupo no está asociado a ningún partido político, guerrilla u organización con fin de lucro, son víctimas de diversos delitos a quienes nadie les ha dado respuesta hasta ahora, han sido inspiración para que muchas personas más manifiesten su hartazgo ante la inacción de las autoridades correspondientes de investigar los casos de desaparición forzada, feminicidios y violencia sexual, sin embargo el modo en que comenzó esta protesta nunca fue planeado para tener el impacto que ha alcanzado a nivel nacional y mundial.
El dos de septiembre de este año algunas mujeres pertenecientes a colectivos de búsqueda de personas desaparecidas y familiares de víctimas de violencia sexual acudieron a una reunión dentro de la CNDH, a esta reunión asistió también la actual titular de la comisión, Rosario Piedra Ibarra, sin embargo tampoco ofreció algún tipo de avance en los casos, por ello Erika, quien lleva ya tres años en la búsqueda de justicia por el abuso sexual que sufrió su hija a los siete años, decidió amarrarse a una silla como señal de protesta y dijo que no se iba a mover del lugar hasta que le apoyaran para que el agresor fuera castigado, ahí pasó la noche y el día siguiente, transcurso en el que grupos feministas se unieron a la causa, situación que avanzaría hasta la toma de las instalaciones dos días después.
Se han presentado algunas peleas entre los grupos que participan de la toma, esto por diferencias ideológicas o de organización, algunas tienen que ver con el modo en que tendría que operar el refugio provisional armado al interior de la CNDH y otras sobre el pliego petitorio que se entregó a la Secretaría de Gobierno, lo que ha provocado críticas por parte de quienes juzgamos desde fuera, es importante señalar que ninguna de estas mujeres pidió estar en la situación en la que se encuentran ahora, muchas veces me he preguntado cuantas de ellas cambiarían, sin dudarlo ni un segundo, su posición de “activistas guerreras” por tener a sus hijos e hijas con vida y volver a abrazarles una vez más, como decía una de las madres de los colectivos de familiares de desaparecidos “no queríamos ser valientes pero nos hicieron valientes a la fuerza”, lo que estamos viendo es a un pueblo sediento de justicia, motivado muchas veces por el enojo, completamente justificado después de cansarse de tocar puertas.
La situación que se vive en el país es preocupante, nos hace desconfiar de las instituciones y en muchas ocasiones lleva a las personas a querer buscar justicia por sus propios medios, si bien algunos grupos se han organizado para llevar a cabo manifestaciones pacíficas otros más han canalizado su desesperación en actos extremos para llamar la atención de quienes permanecen aparentemente indiferentes ante el dolor de las víctimas de violencia, recuerdo como en la campaña a la presidencia hubo amenazas referentes a como se iba a “soltar el tigre” si intentaban hacer un fraude, muy seguramente no entendieron que el enojo era hacia las injusticias, todas, que lo que tenemos es una gran demanda de respuestas por parte de un gobierno que nos sigue defraudando, el tigre no se va a soltar, ya está suelto, y tiene rostro de mujer enfurecida.