24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Todos tenemos un lugar

            “Había una vez una rosa roja muy bella en un parque, ella se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella y hermosa del jardín donde se encontraba. Sin embargo, no tardó mucho en darse cuenta de que la gente siempre la veía de lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande horrible y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.

 

            Indignada ante lo descubierto le ordeno al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente le dijo: –Está bien, si así lo quieres. Diciendo esto se alejó sin más decir. Poco tiempo después, el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces: –Vaya que te ves mal. ¿Qué te paso?; La rosa contesto: –Es que desde que te fuiste, las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. El sapo solo contesto:Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín”.

 

            La moraleja que nos deja este bello cuento anónimo es que jamás debemos despreciar, denigrar ni agraviar a nadie, aunque en la más de las veces, hay en el mundo tanta gente que desprecia a los demás porque cree ser más que ellos. Hay mucha gente en este lastimado planeta, demasiada pienso yo, que cree ser la mejor en todo, que cree que no hay nadie mejor en la vida que ellos, sin ponerse a pensar siquiera que siempre habrá intelectualmente personas más grandes y más pequeñas que todos nosotros. Otras veces despreciamos a los demás por creernos que somos más bellos, más guapos, o simplemente que no nos “sirven” para nada. Dios no creó a nadie para que esté sobrando en esta tierra, todos tenemos un lugar, una razón de existir, una razón de Ser, algo que aprender de los demás o algo que enseñarles también, y nadie debe despreciar a nadie, incluso ni al torpe o ignorante, ni a los indígenas, gente de color o discapacitados, ¡a nadie, absolutamente, a nadie! No vaya a ser que una persona de aquellas que consideramos inferiores un buen día de estos nos dé una buena lección, o nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes. Y no sólo por eso. La discriminación, la intolerancia, la arrogancia y la altivez, son pasiones mezquinas que denigran el alma. No las practique. Recuerde que el valor de una persona se mide por la fortaleza de su espíritu y no por las posesiones mundanas o idiosincrasia, posición económica o laboral, credo, color de piel, capacidad física o intelectual, y demás aspectos materiales. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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