Donald Trump, famoso político, empresario y famosísimo ex usuario de redes sociales especialmente Twitter, concluyó ya hace más de un año su inolvidable papel como el 45º presidente de los Estados Unidos de América y su nombre continúa apareciendo en noticias y escándalos, pero ¿será que no podemos o no queremos dejarlo ir?
Tras ganar las elecciones de 2016 como resultado de miles de promesas que aseguraron su lugar, empezó su mandato en enero de 2016 como sucesor de Barack Obama. Durante esos cuatro años este personaje hizo y deshizo a su voluntad: revocó, redujó y creó regulaciones, se apoyó más de una vez de “decretazos”, despidió y contrató funcionarios, acertó y erró. Sin embargo, como sucede la mayoría de las veces, al despedirse, nos olvidamos de muchas cosas, un error recurrente que cometemos como ciudadanos y como sociedad.
Quizá recordemos cosas como su política antimigratoria, los escándalos y fraudes en los que estuvo involucrado, los juicios políticos, su relación con Putín, las vacunas y el covid, el ataque al Capitolio y más. Entre los escándalos, uno de los más ruidosos y comprometedores fue su amistad con Jeffrey Epstein y la ola de denuncias de violencia sexual que apenas si le mojo los pies. Los testimonios de las víctimas son manifiesto de una red de poder que por años se ha posicionado en la cima de la cadena alimenticia social, política y económica. Esta red es parte de Estados Unidos y tiene un alcance internacional, muchos han intentado exponerla, pero pareciera que los involucrados siempre pueden pagar, deslindarse y seguir su vida, la inmunidad tiene un costo que muy pocos pueden pagar. Una línea invisible entre secretismo y privacidad los protege y ampara, pero sobre todo, permite la impunidad y por ende, la vulnerabilidad de las y los excluidos.
Las acusaciones en contra de Donald Trump son fuente de polarización y producto de una memoria convenenciera. Ahora que Joe Biden gobierna, muchos lo extrañan y a pesar del tiempo que ha pasado desde que empacó sus cosas y muy en contra de su voluntad dejó la casa blanca, Trump sigue presente, de boca en boca recordándonos su poder.
Conocido por sus métodos de mano dura, para muchos extremos, pero fieles a sus ideas y creencias a pesar de la oposición, aunque ¿quién correría el riesgo de apuntar el dedo a alguien como él? Bueno, entre los valientes, su exsecretario de Defensa Mark T. Esper inmortalizó sus palabras y críticas en su libro A Sacred Oath: Memoirs of a Secretary of Defense During Extraordinary Times publicado este año en el cuál menciona creativas iniciativas del expresidente en cuestión tales como lanzar misiles a México para destruir los laboratorios de drogas y acabar con el narcotráfico. Como parte de su experiencia en el puesto, el escritor relata cómo Trump, no un gran amante de México ni los mexicanos, bajo la premisa de que México no tenía control de su territorio, pensaba que lanzar misiles podría solucionar el problema y que nadie sabría que el culpable hubiese sido Estados Unidos.
Donald Trump, continúa moviendo hilos, aquí y allá, a pesar de perder la reelección, ha dejado en claro que su prioridad es conservar el liderazgo de su partido, en alineación con sus métodos poco convencionales ha buscado y encontrado formas para marcar su territorio. Twitter, uno de sus medios más utilizados y por cuya participación se le reconoce muy bien, le suspendió el uso por el “riesgo de mayor incitación a la violencia”, pero aun así a pesar de ser expulsado de las redes sociales continúa influenciando masas y a tal punto no se ha rendido con su papel en los medios digitales que existe la creencia de que abrirá su propia red social.
Un porcentaje considerable de la población estadounidense lo admira y apoya y su puesto en el partido republicano pareciera estar tallado en piedra. Se le escucha criticar las políticas migratorias de Joe Biden a través de medios tradicionales porque él asegura que serán la causa de la destrucción del país. También como parte de la siguiente etapa de la vida de Donald Trump, manteniendo un pie en el pasado como remembranza, se atribuye cómo mérito individual la disponibilidad de vacunas contra el covid, “en cierta forma, soy el padre de la vacuna” dijo en una ocasión, invisibilizando a las miles de personas que estuvieron involucradas en este proceso y quienes merecen ser celebradas y agradecidas por sus logros y éxito.
Durante la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca que se dio este año, Joe Biden criticó a su predecesor, dijo que fue una “plaga horrible” y antes de esto públicamente había demostrado su desaprobación repetidas veces. Desde su candidatura se le ha escuchado decir que Donald Trump carece de un liderazgo moral, que es culpable por la creación y el sostenimiento de una red de mentiras, que su presencia fue tóxica durante su mandato, que es causante y difusor de miedo en Estados Unidos y mucho más.
La gente dividida, eso no ha cambiado tras el fin de su presidencia, hay quienes se mantienen a pie de cañón aún y quienes declaran su desaprobación e incluso su odio, pero Donald Trump sigue esquivando balas y haciendo planes, al día de hoy, ¿será que se le extraña al mando?