Partidos políticos, reprobados
Alberto Aziz Nassif
Mi solidaridad para Rossana Reguillo, amenazada por su apoyo a Ayotzinapa
Durante las campañas electorales es importante actualizar la premisa de que los partidos políticos son las instituciones menos valoradas y apreciadas por los ciudadanos.
Está bien medido que esos espacios —que deberían ser para la participación y la representación— sirven sólo para llegar al poder y representar intereses particulares. Cualquier sistema político que pretenda ser una democracia necesita de partidos políticos; sin embargo, aquí en México la conclusión es otra: con los partidos que tenemos nunca vamos a ser una democracia.
Para entender de mejor forma este problema se pueden leer tres libros que acaban de publicar el resultado de una investigación que se hizo en 2012. Incide Social, con recursos del PNUD, armó equipo de investigación para saber qué pasa con los partidos en México en tres áreas: Participación y Reciprocidad; Igualdad, Inclusión y No Discriminación; y Transparencia y Rendición de Cuentas. Ya sospechábamos que los resultados no serían positivos, como sucedió.
En la introducción de uno de los libros se afirma: “Hablar de democracia en México es pisar terreno fangoso”, y podemos añadir que hablar de partidos es pisar la parte más densa y pestilente del fango político.
Los libros se organizan en tres ejes: lo normativo, lo procedimental y lo operativo. El resultado confirma una buena parte de lo que ya sabíamos: independientemente de si se trata de partidos de izquierda, centro o derecha, si son chicos o grandes, si gobiernan o son opositores, los partidos son malos espacios para la participación; no cumplen con una rendición de cuentas suficiente y no tienen mecanismos para que mujeres, jóvenes, indígenas y migrantes puedan tener una participación “sustantiva y representativa”.
Resulta paradójico porque las organizaciones partidistas que, en teoría, son los territorios para que los ciudadanos participen y canalicen la representación de los intereses de las mayorías, en México son instituciones completamente alejadas de los ciudadanos.
Hay al menos dos líneas para explicar por qué estamos así: una es el modelo de financiamiento público y de acceso a medios; la otra tiene que ver con la dinámica partidocrática.
Cada reforma nos dicen que el costo electoral será más bajo; sin embargo, cada elección sale más costosa. Por ejemplo, ahora en 2015 se gastará 61 por ciento más que en 2009; al mismo tiempo, el acceso a los medios ha quedado en un maratón de spots que saturan los espacios de radio y televisión, en esta temporada habrá 26.5 millones de ellos.
Mucho dinero público para financiar a una partidocracia que no nos representa y que gobierna en función de sus propios intereses particulares, resulta un pésimo negocio para la ciudadanía.
Con este modelo, ya no hay la rivalidad entre un partido en el Gobierno y una oposición legítima; se han cerrado los canales de expresión y representación para las agendas públicas; no hay mecanismos de participación, mística y trabajo voluntario. Ahora se ha diluido la división entre oposición y Gobierno; todos pactan y acuerdan para protegerse, hay una suerte de pacto mafioso, de impunidad entre ellos. Se ha terminado la gasolina de la legitimidad, ésa que se basa en la responsabilidad pública y, al final, lo que tenemos es la percepción de que todos los partidos son iguales, sólo cambian los colores, pero no las políticas públicas.
Robert Michels postuló que en las organizaciones predominan los mandatarios, los que toman las decisiones, sobre los ciudadanos, los electores y los mandantes. Ahora le decimos partidocracia. Tenemos partidos políticos que no sirven para promover igualdad, inclusión, participación; que no practican la rendición de cuentas ni la reciprocidad. Su lógica es obtener puestos, dinero, medios y privilegios y sólo nos dejan (a la mayoría que los reprobamos) la posibilidad de negarnos a seguir ese juego perverso. Ahora en época de campañas es importante expresar nuestro desacuerdo, porque sólo votar, abstenerse o anular, no es suficiente.
P.D. Tres semanas y dos días con Carmen Aristegui fuera del aire…
@AzizNassif