29 de Noviembre de 2024
 

La corrupción somos todos

            Muchas noches me pongo a pensar en el futuro de nuestro pueblo, de nuestro país, y la verdad que no encuentro una solución inmediata. Efectivamente, a veces pienso que requiere de mano dura pero aplicada sin corrupción. En términos generales, la corrupción política es el mal uso gubernamental del poder para conseguir una ventaja ilegítima, ilegal, generalmente secreta y privada. El término opuesto a corrupción política es transparencia. Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o transparencia de una nación, la cual se ejerce por discrepancia.

 

            Todos los tipos de gobierno son susceptibles a la corrupción política. Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, el pucherazo o fraude electoral, el patrocinio, sobornos, extorsiones, influencias, fraudes, malversación; la prevaricación o resolución injusta de una sentencia con conocimiento de causa, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación inducida favoreciendo a terceros; el nepotismo o preferencia por familiares en la colocación de empleos, y la impunidad. La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la prostitución ilegal; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes. El concepto de corrupción difiere dependiendo del país o la jurisdicción. Lo cierto es que algunas prácticas políticas pueden ser legales en un lugar e ilegales en otros. En algunos países, la policía y los fiscales deben mantener la discreción sobre a quién arrestan y acusan, y la línea entre discreción y corrupción puede ser difícil de dibujar. En países con fuertes intereses de grupos políticos, las prácticas de corrupción se dan con más facilidad. La corrupción política es una realidad mundial; su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país. Por esta misma razón existen entidades nacionales e internacionales, oficiales y privadas, con la misión de supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional. La corrupción, contrariamente a lo que podría pensarse inicialmente, no es sólo responsabilidad del sector oficial, del Estado o del Gobierno en turno, sino que incluye muy especialmente al sector privado. En muchos países, como en los de Latinoamérica, dicho sector tiene una gran influencia estatal y por lo tanto el nivel de corrupción presente en esos países tiene mucho que ver con la manera en la que se comporta el sector privado en conjunto con los sistemas políticos. Desafortunadamente en nuestro país, el nivel de corrupción prevalece y permea ambos sectores, público y privado, en nuestro entorno y hasta en el medio ambiente, y es elevadísimo. Desde hace siglos forma parte de nuestra idiosincrasia y ha dado origen a frases tan nefastas, ominosas y aberrantes como: “el que limpio trabaja, limpio se queda” o “el que no tranza, no avanza”. Y con esta manera de pensar, con esta actitud tan generalizada y funesta, efectivamente no vamos a avanzar hacia ningún lado.

 

            Estamos frente a un verdadero y serio desafío de cambio; pues tan solo la misma corrupción en elecciones y en los cuerpos legislativos incrementa la falta de credibilidad y distorsiona la capacidad de creación de nuevas normas. La corrupción en el poder judicial compromete al estado de derecho y en la administración pública da como resultado la disposición injusta de servicios y facilita la impunidad frente a diversos delitos que empobrecen la economía. Tenemos el derecho de cambiar, de erradicarla radicalmente de nuestra vida, para alcanzar un merecido nivel de vida de primer mundo. El eslogan quimérico de la campaña electoral de José López Portillo decía “la solución somos todos”, pero tal vez, nos estaba queriendo decir que “la corrupción somos todos”. Dejemos de pensar ya de esta manera por favor, contribuyamos a construir día a día, momento a momento, un país libre de corrupción con acciones concretas, firmes y decisivas. Tomemos decisiones concretas que generen cambios que se traduzcan en acciones que a la postre nos llevarán a una vida mejor. No contribuyamos al fomento de actos corruptos. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto