El perdón
“Qué fácil es hablar del perdón, pero qué difícil es darlo. Algunos han dicho que es un don el saber que estamos equivocados y que podemos ser perdonados; pero ¿qué pasa con los que se equivocan y nos hacen daño? Algunas veces deseamos castigar a dicha persona, pero quienes salen más castigados somos nosotros mismos y para liberarnos es necesario renunciar a esos sentimientos dolorosos que no son nuestros, sino que son de quien nos hizo daño, y hay que dejarlos ir.
Cuando sucede esto, me pregunto, ¿qué hubiera yo hecho en lugar de la otra persona que me hizo daño, si yo hubiera estado en la misma situación y circunstancias? Casi siempre concluyo que en ese momento, lo que hizo esa persona fue su mejor opción para él, aunque no para mí, y lo que la otra persona hizo fue solo protegerse, no fue su intención hacerme daño. ¿Acaso no hice sentir yo alguna vez a otra persona de la misma manera? ¿Estaré pensando que mis sentimientos valen más que los de la otra persona? Y de ahí viene la siguiente reflexión: Me siento herido, pero eso no significa que la otra persona sea mala o en verdad quiera hacerme daño. Simplemente la otra persona no conoce toda mi vida ni mi pasado, igual que yo no conozco el suyo, y no sabe lo que traigo guardado en mi historia personal. El perdón no se pide, se da. Y la razón más importante para darlo es que me libero de una gran carga. ¿Qué prefieres? ¿Ser feliz o tener la razón?”.
La verdadera felicidad se asocia con la tranquilidad de vida que consiga llevar, alejados de malas acciones, palabras y pensamientos nocivos para con los demás. En un mundo globalizado como el nuestro y tan competido como ahora, es muy común dejar en el camino a otros; pero es mejor que esto sea con aquellos, los que se queden atrás, porque no hagan las cosas como es debido, con dedicación y esfuerzo y no por las trampas que les sembremos en el camino por egoísmo, preocupación, envidia y miedo al notar que están haciendo las cosas mejor que nosotros. Efectivamente, siempre será mejor dar el perdón a pedirlo. Los remordimientos y el sentimiento de culpa son difíciles de alejar de nuestra vida cuando hemos llevado una vida agresiva y tramposa con los demás. No se meta con nadie si no es para beneficiarle, para procurarle una vida mejor, sea honesto y sincero consigo mismo y con los demás. No finja el afecto delo de corazón que es mejor. No sea incapaz de amar, perdone, porque el perdón es la única amenaza aprobada por el Universo. Olvide, perdone, es fácil si lo entiende, con mucha práctica y determinación es posible. Téngase fe, no sea rencoroso porque el rencor alimenta la arrogancia y la soberbia.
La reflexión anterior de autor desconocido nos enseña que el mejor camino para aprender a amar es perdonando, quien desea creer en el amor lo logra viviendo en el perdón. Es el camino de la liberación, perdonando usted se libera sacando de su alma el rencor y la venganza que le envilece y consume. Perdone aunque tenga razón y mil justificaciones para no hacerlo. Sea grande, muy grande de corazón y de una calidad invaluable de persona. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.