25 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

La camisa

“Se cuenta el caso de aquel gobernante ruso que se encontraba moribundo, víctima de una terrible enfermedad, y le preguntaron a un semiprofeta ortodoxo qué remedio podría curar al mandatario. El otro respondió: “Lo único que puede quitarle su enfermedad es que se ponga la camisa de un hombre que sea feliz”.

Inmediatamente partieron mensajeros a los sitios más diversos de la nación en busca de un hombre feliz. El primero se acercó al hombre más rico del país y le preguntó: “¿Usted es feliz?” El otro respondió: “No, yo no soy feliz, porque vivo lleno de temores de que me secuestren o me roben, y además los negocios me producen muchas preocupaciones y no andan tan bien como la gente se imagina”. Otro emisario fue donde estaba el jefe militar más famoso de la nación el cual había obtenido resonantes triunfos en la guerra y le preguntó: “¿Usted es feliz?” El militar contestó: “No, yo no soy feliz, porque mi oficio me presenta continuamente graves peligros, y porque cuando se resuelve un problema aparecen diez problemas más”. El tercer emisario se fue a donde se encontraba el político más brillante en ese tiempo, el que salía en los periódicos todos los días y era aclamado por las multitudes y le hizo la misma pregunta: “¿Es usted feliz?” El popular político le dijo como respuesta: “De ninguna manera. Yo no soy feliz. Ustedes no se pueden imaginar la cantidad de envidiosos que me hacen todo el mal que les es posible y buscan a todo trance que me vaya mal. Yo no soy feliz. Y sucedió que cuando ya se estaban perdiendo las esperanzas de encontrar un hombre feliz, uno de los enviados llegó a un pueblecito lejano y detrás de una alta muralla de piedra oyó cantar a un campesino. Lo escuchaba pero no lo veía. Y le gritó desde el otro lado de la muralla: “Hombre, ¿usted es feliz?: “Sí, sí” respondió el campesino, “yo soy feliz” “¿Y por qué es feliz?” le preguntó el reportero: “Soy feliz porque trato de tener siempre contento a mi Dios, y de ayudar y tratar lo mejor que me es posible a mi prójimo y de comportarme cada día como mi conciencia me aconseja. Yo soy feliz”. El enviado del alto gobierno saltó emocionado la muralla para pedirle al campesino que le regalara su camisa para llevársela al jefe y que así se curara de su enfermedad, pero aquel campesino era tan pobre que ni siquiera tenía camisa”.

La historia que hoy me ocupa se las presenté hace ya algunos años atrás, es atribuida al destacado sacerdote y prominente escritor P. Eliécer Sálesman, famoso por sus escritos de formación religiosa y de la personalidad; oriundo de Betulia, un pequeño pueblo del departamento de Santander en Colombia. En su libro “¿Quiere Ser Feliz?”, nos muestra una bella cita del novelista ruso y profundo pensador social y moral, y uno de los más eminentes autores del realismo de todos los tiempos, Liev Nicoláievich Tolstói; es una hermosa lección de sencillez, de humildad, de armonía en unión con nuestros hermanos, de paz y de amor. Y de aquí es precisamente donde saca Tolstói la conclusión de que para ser feliz no hace falta ser rico, ni famoso, ni tener altos puestos, sino vivir en paz con Dios, en armonía con el prójimo y en paz con la propia conciencia. El libro es una verdadera joya literaria que encierra grandes verdades y fórmulas para la felicidad que estamos todos muy lejos de alcanzar y que todos tenemos tan a la mano. Todo es cuestión de disponerse a alcanzar la felicidad. Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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