Para no vivir en vano
“Si consigo evitar que un corazón se rompa, no habré vivido en vano. Si consigo aliviar el dolor de una vida, calmar una pena, o tan sólo que el zorzal desvalido vuelva a su nido, no habré vivido en vano. Quien hace algo para ayudar sincera y gratuitamente a los demás, no ha vivido en vano. Vive en vano solamente aquel que se cierra, estéril, en su egoísmo. Aquel que pasa distraído a la vera de quien sufre. Vive en vano el que sólo piensa en acaparar y nunca en compartir. Nada de lo que hayas hecho en favor de los demás será inútil. Al final de tu vida, lo que de verdad tendrá importancia será la ayuda que habrás prestado a los otros. En el momento de la verdad, solamente los otros constituirán tu recompensa. Al fin y al cabo, no olvido las palabras de alguien que dijo que ‘Es mejor el dar que el recibir’”.
“Sí, es necesario padecer, aun en vano, para no vivir en vano”. Frase del poeta argentino Antonio Porchia que se ajusta perfectamente al poema de autor desconocido que hoy les entrego. Servir requiere padecer, sufrir lo que alguien necesita para entender su dolor y en consecuencia, ayudar. Soy de los que piensa que estamos aquí para servir. Usted puede servir a los demás no necesariamente dando lo que le sobra. Puede servir de muchas maneras, siempre con humildad y respeto, aunque sea rico o poderoso magnate, tendiendo la mano al necesitado, a la familia, al amigo. Tender la mano, ayudar, siempre le acarrea una enorme satisfacción aunque a veces no crea percibirlo, está en su interior y usted lo sabe. Ayudar es innato en nosotros, desafortunadamente también somos selectivos al no ayudar a cualquiera. Por prejuicios, envidia, egoísmo; porque lo considera un enemigo, un competidor, un contrario, etc. Podemos ayudar a cualquiera pero no en todo, Pitágoras, un filósofo griego, nos dice al respecto: “Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. La cadena simbólica de la unión fraternal es el símbolo fraterno de la unión que debe prevalecer en todos nosotros, sobre la cual radique la solidaridad que cimiente la unidad indivisible entre todos como hermanos; sin barreras ni distinción de razas ni señorío de castas ni seres privilegiados, tan sólo como hermanos. Desgraciadamente, el mundo lo ve de otra manera; sin embargo, el libro de los Proverbios nos señala también al respecto que “el que oprime al pobre afrenta al Creador, pero el que se apiada del necesitado le honra”. Hay tantas cosas escritas, sentencias vanas porque aunque bien formuladas, carecen de realidad y solidez. No ajusta con el modo de vida actual en que el fin de todas las cosas es acumular dinero y poder, dejando atrás a cualquiera en la lucha. La titánica indiferencia no calcina y corroe el alma, infortunadamente todos somos cómplices al no organizarnos para hacer algo verdaderamente sobresaliente por los demás y nosotros mismos. Sin embargo, hasta que nos atrevamos a hacerlo, sigamos sirviendo.
“Si no puedes hacer el bien, por lo menos no hagas daño”, una frase de Hipócrates, médico de la Antigua Grecia que ejerció durante el llamado siglo de Pericles (460-370 a. C.), sigue vigente al igual que la socorrida frase “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Jamás desistamos aunque se reme contra corriente en el caudaloso río de la vida, que lleva también aguas embravecidas de soberbia, altivez y mezquindad humana, ávidas de atesorar riquezas en las arcas vacías de sus almas, sembrando miseria en el resto de sus congéneres para satisfacer su bienestar propio a costas del ajeno. Qué pena. Procuremos la misericordia a nuestros semejantes. Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.