La resistencia al cambio
Las constantes y cambiantes encrucijadas que se nos presentan en la vida hacen que en muchas ocasiones tomemos decisiones apresuradas, poco evaluadas, y que más tarde consideramos como malas opciones, que poco o ningún beneficio trae consigo para nosotros. Pasamos entonces mucho tiempo lamentándonos de sus efectos.
La vida está sujeta predominantemente a cambios continuos y repentinos que debemos considerar con un poco de visión y criterio para mantenernos en una posición holgada ante sus embates. Somos demasiado resistentes a los cambios y poco o nada nos gusta vernos envueltos en situaciones que involucren movimientos radicales, que nos alejen de nuestra preciada zona de confort, aunque estos cambios signifiquen también beneficios adicionales para nuestra existencia. Cuantas veces no renegamos cuando el patrón solicita nuestra asistencia algún domingo al centro de trabajo para realizar algunas tareas extraordinarias que son necesarias para un mejor desempeño de nuestras actividades normales el resto de la semana, aunque sepamos que el día de descanso está contemplado en nuestro sueldo y peor aun cuando no lo está. Otras veces más optamos por no presentar el examen de admisión a una prestigiada universidad o importante centro de trabajo, por el temor que implica cambiar de residencia o de las rutinas a las que estemos acostumbrados. Las verdaderas oportunidades que valen la pena en la vida son muy escasas, y éstas requieren de cambios trascendentales, importantes y radicales de vida, actitud, apariencia, criterio y hasta de pensamiento, sólo para triunfadores, para gente dispuesta a emprenderlas y luego nos quejamos que no hay empleo, que no hay oportunidades. Sí las hay y muchas, pero la decisión crucial como siempre, es nuestra y es precisamente ahí donde ya se fregó la cosa. Si nos gusta el estancamiento, el sedentarismo, la vida cómoda y sin preocupaciones, y no contamos con los medios ni los recursos necesarios para solventarlo, estamos adoptando entonces una actitud mediocre, dormida, alentada quien sabe por qué influencias desconocidas, plagadas de valores no morales, desleales y mezquinos, porque nuestra naturaleza es y debe ser siempre todo lo contrario; debemos ser positivos, nobles, participativos, activos, propositivos, dispuestos y atentos con los demás y nosotros mismos, y ante los cambios de circunstancias que nos presente la vida.
No deberíamos jamás complicarnos más nuestra existencia asumiendo conductas reprochables, renegando y resistiéndonos a cambios necesarios e ineludibles para beneficiar nuestros estándares de vida. Apreciemos lo que tenemos dando un poco más de nosotros mismos, de lo que podemos hacer; después de todo, todas las cosas materiales son de esta vida y en ella se quedan, y lo que verdaderamente trasciende de nosotros son las acciones dirigidas a satisfacer a los demás y a nosotros mismos. No espere a ver cómo otros lo logran, no espere a que le insistan y empujen quienes en verdad lo quieren. Aviéntese usted mismo, no tenga miedo, no pasa nada, decídase y triunfará ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.