25 de Noviembre de 2024
 

Línea Caliente

Un gobernador malgeniudo

Por Edgar Hernández*

 

¡Nos engañaron cuando nos dijeron que Veracruz es un pedacito de patria que sabe reír y cantar!

 

La política como la vida misma es de percepciones y los pueblos en buena medida por ello se guían.

Hoy lo que se dice en el solar veracruzano gira en torno al mal carácter del gobernador Miguel Angel Yunes Linares, sus arranques irascibles y su mecha corta.

De tiempos atrás se sabía lo mal geniudo que era, de su propensión, por quítame estas pajas, a las trompadas previas a un par de mentadas de madre.

Cuentan quienes lo conocen que desde la secundaria debido a su estatura media aprendió a defenderse de los gandules. Ello, ya en la política, en plena juventud, se tradujo en la defensa de lo cual creía, aunque también mediaron los madrazos, no los de Roberto, sino los de Miguel.

Los cuatro fantásticos –Fidel, Dante, el cabeza de lata y él- un día ya metidos con don Rafa Hernández Ochoa y al amparo aperturista del populista presidente Luis Echeverría- soñaron que un día serían gobernadores.

Tres ya lo lograron. Nada más nos falta chutarnos al buen Ranulfo, ja!

Bueno, pues para ese entonces y ya con la galanura y fuerza física que le caracterizaron en los idus del siglo pasado, no había quien se le pusiera enfrente. Era bueno para meter las manos, “pero ni tan atrabancado –decía Ponce Coronado, otro atravesado igual que él- como para comer lumbre… “ya cuando veía de a de veras ¡patitas para que te quiero!”.

Su estilo hosco, su tono agresivo en la discursiva acompañada de una ligera dislexia, las discusiones a gritos, su impaciencia y alteración inmediata en cualquier controversia, así como el enojo espontaneo porque las cosas no le salían como  quería, se tradujeron en una proclividad al pleito.

Con altas responsabilidades en materia policiaca y de seguridad federal desplegó su fuerza, mano dura e intolerancia ante quienes violaban la ley y uno que otro por encargo –Dante, Porfirio y a su amigo de hoy, Gerardo Poo-.

Así se hizo de prestigio en la política. Y a Veracruz, mostró lo que era ser un verdadero cabroncito.

Desde la Secretaría de Gobierno mandaba y si se equivocaba volvía a mandar. Total, no había gobernador ya que el constitucionalmente electo, Patricio Chirinos o estaba en la casa presidencial redactando discursos o en la residencia oficial de Xalapa libando.

El anhelo de Yunes Linares, sin embargo siempre fue en día gobernar su tierra.

Con Chirinos, sin embargo, no pudo al fracasar en las jornadas electorales previas que lo ungirían como candidato del PRI mismas que darían lugar a la asunción de Miguel Alemán.

Es así que con un profundo resentimiento se fue a rumiar su derrota a un exilio dorado lejos de Veracruz.

Vio pasar los mandatos de Alemán, de Fidel Herrera y de Javier Duarte contando el día a día; el regresaré y me la habrán de pagar; el no dejar de echar pleito y advertir, desde cualquier tribuna que se le atravesara, el ¡Ya verán!

Tan fue así que en sus dos últimas incursiones serías por la gubernatura sus banderas de campaña quedaron plagadas de amenazas y advertencias sin fin.

Con Javier Duarte, sin embargo, la bronca tuvo alcances legendarios.

Montado en el desprestigio, la novatez y lo rata que siempre fue el de la voz tipluda, amén del rechazo de millones de veracruzanos a sus políticas públicas y el desprecio de una recia prensa crítica –una parte masacrada- Yunes Linares se sumó al coro.

Convirtió a Veracruz en el escenario para que diera rienda suelta a la expiación de sus corajes.

En el puerto, allá por noviembre de 2014, un día se lió a golpes en la elección del Comité Municipal del PAN que se disputaban Román Malpica Mota y la neoyunista Verónica Pablo.

Y ya en campaña por la gubernatura hizo propias las causas de los opositores de Duarte, así como del respaldo de una parte de los veracruzanos para alcanzar la gubernatura desde donde, ungido como mandatario electo, empezó a dar forma a sus afanes abriendo frentes por todos lados, haciendo de su verdad ley y no permitiendo que nadie le brincara.

Todo un totalitarismo, como en las dictaduras bananeras.

Y si para ello tenía que trenzarse poco importó que fuera con su mismo consanguíneo, con su primo hermano Héctor Yunes Landa, candidato a lo mismo quien por cierto le salió peor de respondón.

Vaya espectáculo que vivimos todo el primer semestre del año pasado.

El objetivo, sin embargo para alcanzar su victoria, no era Héctor sino Javier Duarte.

¡Y lo logró!

Hizo huir a Duarte antes de concluir su mandato y lo correteó hasta el primero de diciembre donde dejó al pendiente –creo que para siempre- eso de “cimbrar a México” en aras de otros alcances y presuntas negociaciones de alto rendimiento.

Han transcurrido apenas seis semanas de su mandato pero ya tiene todos los frentes abiertos. Todos son sus enemigos, no adversarios. Para todos tiene y como se dice en la jerga popular no ha dejado títere con cabeza.

Ha peleado con los 60 conspicuos duartistas y amenazado con llevarlos a la cárcel y aunque no ha logrado nada y se saluda y ríe con ellos, ahí está el pleito presente; ha reñido con la prensa, sobre todo la “ignorante” que es la crítica; también ha visto en la burocracia a puro aviador con la marca de Duarte que ha llevado al despido a más de 10 mil y a la UV dejó de pelarla.

A la par ha peleado con el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade –dicen que con la cocinera nunca hay que pelearse- y producto de su incontinencia verbal ha señalado de manera ofensiva al hijo de su mecenas de más de 30 años atrás, Pepe Yunes, al decirle que “mientras yo trabajo por ocho millones de veracruzanos el legislador prefiere apoyar al secretario de Hacienda, José Antonio Meade de endeudar más a Veracruz, solo porque es su compadre”. Eso sí, en verdad que le dolió a don José.

Pero la visceralidad del gober no acaba ahí.

Ahora trae pleito casado con ejidatarios de la Presa Yuribia; también con los de Morena, a quienes tras agredirlo lo han llamado “porro”, y con el inefable Andrés Manuel López Obrador el diferendo apenas empieza.

Pretextos quiere el diablo para mantenerse en el pandero mediático, diría el “pejelagarto” –sólo Peje por favor- al subirse al ring con un peso mosca.

En el primer round el fajador Peje, le puso una trompiza de su tamaño. Ya para el segundo round el carroñero Miguel, lo llevó a las cuerdas obligando al empate… pero en el tercero y seguramente los que vienen, el Peje ya que no lo va a soltar porque Yunes Linares le representa a Morena una gran bandera para derrotar al PAN en Veracruz durante la campaña presidencial.

Las cosas pues, se están poniendo feas.

Miguel, sin embargo, no se arredra a pesar de que el fin de semana que concluyó le volvieron a arrear con eso de su fortuna y propiedades por todas partes del mundo.

Este amigo para todos tiene explicaciones. Con todos recala. A su gabinete lo trae marchando por la derecha, la derecha más oscura que pudieran imaginarse sus equiperos que tienen prohibido promocionarse.

Y en las fotos se le ve con una singular fiereza. Con el ceño fruncido. Pareciera que nada le gusta, que no es tiempo de sonreír, solo de trabajar y –como decía don Carlos Madrazo- “después de trabajar… pues trabajar”.

Para nada la admonición de Gonzalo Martínez Corbalá en el sentido de que en el servicio público hay que delegar y mandatario que no sea capaz de resolver los problemas del día a día en ocho horas normales de trabajo imposible lo haga en las horas extra.

A Yunes le queda un largo año diez meses con dos semanas.

Tiempo al tiempo.  

 

   

*Premio Nacional de Periodismo



Banner Hotel